“Gustad y ved qué bueno es el Señor”
En estos días celebramos las
solemnidades del tiempo ordinario después de Pentecostés: el domingo pasado,
Santísima Trinidad, mañana Cuerpo y Sangre de Cristo y el viernes que viene
Sagrado Corazón de Jesús. Días para realizar una mirada de síntesis a todo el
misterio cristiano que hemos celebrado de forma sucesiva durante el tiempo
litúrgico pasado. Así volvemos la mirada al cenáculo y a la cruz con un corazón
agradecido y descubrimos la entera historia de la salvación que nace del
corazón misericordioso del Padre y se realiza por la obra conjunta del Hijo y
del Espíritu Santo.
Hoy propongo unos textos del documento
sobre la consagración de España al corazón de Jesús que se ha publicado en la
diócesis de Getafe.
“San Juan de Ávila lo proclamaba con
decidida energía: «sepan todos que nuestro Dios es Amor y que sus deseos son
amar y ser amado, sin buscar propio interés» …
Para que el amor de Dios reine en el
mundo se requieren corazones generosos que, dejándose amar por Él, le ofrezcan
libremente una respuesta de amor…
Desde la fe, todo acto de consagración
es siempre una respuesta de amor al Amor primero de Dios. Quien consagra su
vida al Corazón de Jesús, responde agradecido al amor extremo de Dios
entregándole lo que reconoce haber recibido de Él: entendimiento, voluntad,
afectos, todo cuanto es y tiene. Así entendida, la consagración encuentra su
origen en la vida nueva recibida en el bautismo, puerta de la vida eterna, e
implica siempre un reconocimiento, un ejercicio de reparación y un compromiso
misionero. Un reconocimiento porque confesamos que Jesús es Salvador de todos y
de todo Un ejercicio de reparación porque, amándonos, Cristo mismo cura las
heridas de nuestros pecados y nos capacita para amar por los que no le aman. Un
compromiso misionero porque el amor de Cristo nos urge a compartir con todos la
alegría de creer y el consuelo de su misericordia.”
Que santa María nos haga vivir esta
dimensión fundamental de nuestra fe.