4 junio 2019. Martes de la VII semana de Pascua – Puntos de oración


Empezamos la oración ofreciendo al Señor nuestras intenciones, acciones y operaciones para que sean puramente ordenadas para servicio y alabanza de Su divina majestad.
Hoy martes 4 de junio, las lecturas que nos ofrece la Liturgia del día se relacionan de manera especial y nos transmiten experiencias humanas significativas de considerar. Nos hablan de despedida y del gran afecto y cariño que se puede desencadenar entre los hermanos en la fe. Una amistad cimentada en Dios experimenta el amor verdadero, que exige siempre perder para ganar, dar la vida para tenerla en abundancia. Nos hablan también de sentimientos encontrados, tristeza y alegría. Tristeza por la ausencia, alegría por lo que vendrá. El gozo verdadero exige normalmente una renuncia importante que supone pasar momentos de tribulación. ¿Soy consciente de esto? ¿Espero alegría sin sacrificio?
“… sólo sé que el Espíritu Santo, de ciudad en ciudad, me asegura que me aguardan cárceles y luchas. Pero a mí no me importa la vida; lo que me importa es completar mi carrera…” En el discurso de despedida entrañable que dirige a los presbiterios de Éfeso, Pablo se desborda en afecto y manifiesta lo más íntimo de su corazón. Y no se ahorra tampoco poner de manifiesto por lo que tiene que pasar para que se cumpla el plan de Dios en él: penas, pruebas, luchas, cárceles…. para completar la carrera, para que el Hijo de Dios sea glorificado en él.
La despedida de Jesús a sus discípulos que hemos leído en el Evangelio nos mete de lleno en estos días preciosos de transición entre la Ascensión y la venida del Espíritu Santo en Pentecostés “… Jesús, levantando los ojos al cielo, dijo: «Padre, ha llegado la hora, glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique y, por el poder que tú le has dado sobre toda carne, dé la vida eterna a los que le confiaste…” Y Su glorificación pasó por Su muerte en cruz. Morir para dar Vida con Su Resurrección. La Ascensión del Señor significó para los apóstoles una tristeza grande por la ausencia del Maestro, pero pronto esa tristeza se transformaría en gozo. Para eso fue necesario permanecer junto a María en oración en el Cenáculo. Que sea también esta nuestra actitud en estos días y que le digamos “Madre, arráncame de la tierra, arrástrame hasta el cielo”.
Finalmente, el salmo de hoy nos ayuda a rezar en los momentos difíciles. “Bendito el Señor cada día, Dios lleva nuestras cargas, es nuestra salvación. Nuestro Dios es un Dios que salva, el Señor Dios nos hace escapar de la muerte”. Momentos como los que tuvieron que pasar El Señor Jesús y San Pablo, antes de entrar en la gloria. Que lo repitamos muchas veces, si nos sentimos cansados, agobiados, preocupados. Podría ser una buena ayuda.

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