Tras acabado el pequeño refrigerio, que
el Señor les ha preparado tras la pesca milagrosa, me imagino en mi oración
personal, al Señor paseando con Pedro por la orilla del lago de Tiberiades...,
y haciéndole esa triple pregunta fundamental, que hoy escuchamos en el
evangelio:
«Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que
éstos?».
«Simón, hijo de Juan, ¿me amas?».
«Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?».
Son las tres preguntas del examen del
amor…, y es que la caridad es lo que le hará pastor supremo de la Iglesia.
Y no se contenta el Señor con
preguntarle una sola vez, sino que lo hace por tres veces consecutivas…
¿Qué pretende el Señor con esto? Creo
que es sencillo de entender, quiere reparar..., amar..., y conquistar el
corazón de Pedro...; pues si por tres veces lo negó, por tres veces tendrá que
afirmar su amor hacia el Maestro…
¡Que diferente aparece este
Pedro, de aquel Pedro de la noche de la Pasión...! Ha sido necesario que
experimentara su debilidad y palpara su miseria, para que ahora reaccionara con
humildad y confianza…
Todos nosotros, creo, que tenemos
experiencia de la presunción y de la soberbia de Pedro..., pero no sé si todos
tenemos la misma experiencia de su reparación y de su amor al Maestro… Hoy
puede ser un buen día para que, mirando hacia atrás, y contemplando nuestra
pequeñez y miseria..., nos dispongamos a edificar el futuro en la confianza y
el amor…
Hagamos la experiencia escuchando
en nuestro interior las palabras del Maestro: “¿Me amas...?, ¿me quieres...?”
Y respondamos desde la verdad de
nuestra conciencia: ¡Señor, cuántas veces te he traicionado..., te he
abandonado..., te he pospuesto por otros intereses que no eras Tú...! Pero
ahora, en estos momentos, y estando en tu presencia, quiero y deseo reiterarte
mi amor… No dejes de aceptarlo y transformarlo de temporal en eterno..., de
caduco en perpetuo..., de humano en divino…
Benditas miserias pasadas, que
ahora me hacen saborear estas primicias presentes y eternas..., pues solo mi
amor se consolida en Cristo Jesús, Señor nuestro...