26 junio 2019. Miércoles de la XII semana de Tiempo Ordinario – Puntos de oración


La oración es siempre un anticipo de nuestro encuentro con Dios. Cuando oramos nos acercamos a Jesús resucitado, al Dios de la gloria, anticipamos de alguna manera el encuentro final con el Señor.
El Papa Francisco dice que orar es escuchar en nuestro interior la voz del Señor. Sin esa escucha dócil y confiada no podemos ser sus discípulos.
Comencemos pidiendo al Espíritu Santo esa docilidad y esa confianza que necesitamos para gustar cada día de la oración.
Recordando a Abrahán recordamos que Dios es dueño de lo imposible. El porvenir está en sus manos. Confiar en Dios es nuestro reto permanente. Dios actúa a menudo en nosotros cuando estamos vacíos de nosotros mismos. Cuando todo parece perdido, como en la Pasión.
Entonces es cuando la salvación pascual está cerca. Pero Dios pasa y su fidelidad queda patente. También en nuestra propia vida si la miramos con mirada de fe.
Repasa esa acción poderosa y fiel del Señor en tu vida: "Mira al cielo, cuenta las estrellas si puedes... Así será tu descendencia": Abrahán es invitado por Dios a salir de su tienda, donde se cuestionaba sobre la contradicción entre la promesa y la realidad de su existencia. Sal de tu propio ensimismamiento, si te atenaza, para ver de nuevo.
Y "Abrahán creyó al Señor". Cree al Señor. Él sabe hacer siempre.
Se afirma su fe sin más explicaciones. ¡Cuánto bien nos hace presentarnos así ante el Señor y ante lo que Él va haciendo!
Externamente la expresión de esta fe es un silencio contemplativo de la promesa, interpretado como una aceptación del plan de Dios. Ahora, Dios actuará en favor de Abrahán.
Dios se identifica como el Dios de la promesa. En este texto encontramos por primera vez la promesa de la posesión de la tierra.
En realidad, es Dios el único que empeña su palabra y se compromete con Abrahán y su descendencia. Y ahí estoy yo también.
María, la mujer de la promesa, nos recuerda también que el Señor se acuerda de su alianza eternamente. Pidámosle que interceda para que el fruto de esa alianza, con cada uno de nosotros, dé fruto abundante.

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