2 junio 2019. La Ascensión del Señor (Ciclo C) – Puntos de oración


Voy a seguir en estos puntos algunas de las ideas que vuelca el padre Tomás Morales en Las Semblanzas sobre la Ascensión del Señor. Qué mejor que dejarnos acompañar por sus pensamientos para meditar, orar y agradecer en este día donde el Señor nos regala una gracia extraordinaria.
Comienza el padre Morales su comentario a la Ascensión diciendo:
Salí del Padre y vine al mundo. De nuevo abandono el mundo y voy al Padre", había dicho Jesús (Jn 16,28). El amor le impulsa a saltar del Padre al mundo para salvarlo. Ese mismo amor le lleva a introducirle en el cielo. Pero ya no sube solo... Va acompañado de todos los redimidos. Se salvan gracias a su Redención. Arrastra consigo "cautiva" a la humanidad libertada por Él.
La Ascensión cierra así el círculo de amor abierto con la Encarnación. Nos mete a todos en el cielo. Es plenitud y remate de toda la vida de Jesús. El broche de oro que cierra el itinerario recorrido por el Hijo de Dios para salvarnos.
Tras situarnos en la fiesta que celebramos, el “padre” llena de humanidad y delicadeza el relato:
Primeras horas de la tarde. Jesús come por última vez con sus discípulos... Una consigna postrera. "Permaneced quietos en la ciudad hasta que seáis revestidos de la fortaleza de lo alto, el Espíritu Santo..." Abandonan el Cenáculo. Se trasladan desde Jerusalén a las alturas del monte de los Olivos. El triunfo de la Ascensión se realizará en el mismo escenario en que tuvo lugar la agonía trágica de Getsemaní.
Apóstoles y discípulos con María rodean a Jesús a punto de partir. Efusión íntima de corazones... Es la Iglesia naciente. El granito de mostaza que empezará a multiplicarse al soplo del Espíritu Santo, diez días después. La más pequeña de todas las semillas se hará árbol gigantesco. A su sombra vendrán a cobijarse las aves del cielo. Multitud de almas que a lo largo de los siglos llegarán a salvarse.
Nos apretujamos con aquellos primeros discípulos. Así presenciaremos mejor el espectáculo... Con sencillez y cariño, Jesús habla con cada uno... Primero, con los apóstoles... Se acerca a Pedro. "¿Me amas más que éstos?", le pregunta. Lágrimas de gratitud humilde. Adiestrado por infidelidades y fracasos, le responde: "Tú ya sabes, Señor, que te amo". Y Jesús, con mirada tierna y silenciosa de despedida, le dice: "Apacienta Mis ovejas"... Ahora es Juan quien está al lado de Cristo. Permite de nuevo al discípulo amado reclinar la cabeza junto a Su pecho, percibir los latidos de Su Corazón adorable... Al separarse, para consolarle, le dice: "No quedas solo y abandonado". Y le recuerda las palabras inefables escuchadas al pie de la Cruz cuarenta días antes. "Ahí tienes a tu Madre". Juan, agradecido y emocionado, Le mira de nuevo con más cariño que nunca...
Llega el turno a Tomás. "Ven, le dice Jesús. Trae tu mano y métela en Mi costado..." Pero si ya creo, protesta el apóstol. Ven, no importa, dice el Maestro. Mete tu mano y mira Mis manos en que resplandecen aún cicatrices gloriosas.
La tarde va declinando. Jesús prodiga efusiones, últimos adioses. A cada uno dice lo suyo, pero de una manera tan conmovedora, que nos emociona a todos...
La Virgen se ha quedado la última. Su humildad y sencillez no le han permitido anticiparse a nadie. Silencio enternecedor... Se contemplan por última vez en la tierra Hijo y Madre. Con la mirada, María pide a Jesús que se la lleve con Él... Jesús mira a Juan. La Virgen comprende. "Ahí está mi hijo". Jesús le dice: "La Iglesia es todavía niña. No puede quedarse también sin Madre. Te necesita. Cuando haya crecido, vendré a buscarte".
María junta sus manos, inclina su cabeza. Como el día de la Anunciación, acepta, se ofrece: "Aquí la esclava... Hágase..." Y ahora la Virgen nos acerca a Jesús. Quiere que sobre cada uno caigan también adioses emocionantes de despedida que nos arranquen de la tierra y nos arrastren al cielo. María llora de emoción y alegría al ver a sus hijos tan cerquita de Jesús, despegando con Él de la tierra...
Es el momento de pedirle a la Madre tener, desde su Corazón Inmaculado, sus mismos sentimientos en ese momento tan especial, muy cerca de Cristo que sube a los cielos, porque Jesús asciende:
"Los sacó hasta llegar junto a Betania, y alzando Sus manos los bendijo. Mientras los bendecía, se desprendió de ellos y era llevado en alto al cielo..." (Lc 24,50–51).
La Virgen y los apóstoles contemplan y miran llenos de emoción... Unidos con ellos, al lado de María, gocémonos en el triunfo de Jesús. Al verle glorioso elevándose al cielo, se encendería más y más en Ella el amor a las almas. Ahora sí creerían que Él es la Resurrección y la Vida. Despreciarían como baladíes las cosas de la tierra. Con la fe se dilataría pujante la esperanza en sus corazones. Comprendían que la Ascensión de Jesús era anticipo de la propia.
Y terminemos pidiendo a María que ponga esos sentimientos en nuestros corazones, que los haga dilatarse para vivir con alegría el tiempo que nos toca. Una Campaña de la Visitación apasionante, un mes de junio muy cerquita del Corazón de Jesús, que vive y nos acompaña en cada momento de nuestra vida.

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