Podemos rezar en esta ocasión con lo más repetido en la liturgia de hoy:
“Aquí estoy Señor para hacer tu voluntad”. El que ama de verdad, ama sobre todo
la voluntad del amado. Puede que ame también su belleza, sus virtudes y
cualidades, pero lo principal es amar y hacer la voluntad del otro.
Pero también podemos rezar con lo que podría ser la continuación de ese
ofrecimiento al Señor. En el evangelio Jesús dice a sus discípulos: “Vámonos
a otra parte, a las aldeas cercanas, para predicar también allí, que para eso
he salido”. Ahí parece que está la voluntad de Dios para sus apóstoles
(nosotros). Jesús dice que ha salido para eso. ¡Vaya, suena igual que lo del
Papa Francisco, una Iglesia en salida! ¡Qué bien saber lo que Dios quiere,
saber su voluntad y amarla!
Si llevamos mucho tiempo quietos en el mismo sitio, anclados en las mismas formas y medios, solo con las mismas personas más o menos conocidas, nos hemos de plantear si no será por comodidad. Si lo es quizá deberíamos irnos por ahí a predicar y extender el Reino de los cielos. Quizá no muy lejos, sino a las gentes de las aldeas cercanas, del bloque de al lado, de la oficina de al lado, de la clase de al lado… También ellos necesitan conocer a Cristo, nuestro Señor, nuestro Amado.
