La primera lectura, el salmo y el Evangelio de hoy tienen un tema claro
que nos da materia de oración más que suficiente: la misión. Ofrezco algunas
ideas sobre las cuales poder guiar nuestra oración:
1) La misión de anunciar es
de toda la Iglesia. Todo bautizado debe ser misionero, sino está faltando a su
deber como bautizado. Puedes hoy hacer un examen de tu misión: ¿tengo
compartimentos estancos o soy cristiano siempre y en todo lugar y tengo conciencia
de ello? ¿Me preocupa SALVAR ALMAS? ¿Soy original en mi labor misionera o como
cristiano o me conformo con “cositas cristianas”?
2) La misión parte de
saberse enviado. Pablo se sabe enviado por Jesús y Pablo envía a su vez a otros
en nombre de Cristo. Todo envío parte del Espíritu: ¿Me encomiendo asiduamente
al Espíritu? ¿Reavivo el Espíritu que hay en mí? ¿Me preocupo por saber qué
quiere Dios de mí? ¿Vivo mi día en comunión con Dios, que me envía? ¿Me siento
hijo de la Iglesia, misionero de su parte?
3) Las lecturas pueden
tener también una clara lectura sacerdotal. ¿Doy gracias a Dios por los
sacerdotes? ¿Reconozco toda la grandeza del sacerdocio o los considero
solamente “dispensadores de sacramentos”? ¿Rezo por las vocaciones?
4) La misión parte de
saberse salvado por el Señor, de saberse objeto de las gracias y de las
“maravillas del Señor” (salmo) que son las que he de contar a toda la creación.
Y la misma misión pone paz en mi corazón y en los demás: ¿soy mensajero de la
paz? ¿Busco la paz del Señor? “El alma que anda en amor ni cansa ni se cansa”.
Feliz oración, pequeño siervo del Señor, pequeño misionero.