Nuestro último pensamiento al acostarnos debe ser
para preparar este momento de encuentro con Dios. ¿Qué voy a hacer al
levantarme? ¿A dónde voy? ¿Con quién me voy a encontrar? Hacer composición de
lugar de la escena que voy a contemplar, “metiéndome en ella como si
presente me hallase”.
El evangelio de hoy nos presenta a un Jesús que se
retira con sus discípulos a la orilla del mar. Le sigue una gran
muchedumbre. Él tiene que subirse a una barca, para poder hablarlos
desde allí.
En este relato aparecen tres grupos de personas que
le siguen: los discípulos, los que acuden a Él para obtener la curación y los
espíritus inmundos.
Los que acuden para obtener curación vienen incluso
de regiones limítrofes a Galilea. El mensaje se está universalizando. Pero este
grupo sigue al Señor de forma imperfecta, le siguen para obtener beneficios.
Los espíritus inmundos saben que Jesús es el Hijo
de Dios, lo consideran su enemigo. Ellos querían darlo a conocer ya. Buscan
sacar al Mesías de su proyecto, transformarlo en un Mesías-espectáculo. Jesús
se lo prohíbe, no es el momento. El Mesías debe pasar por la cruz y la
resurrección. No nos debemos quedar en el milagro.
Finalmente están sus discípulos. No son tan
espirituales como para no participar de la motivación de uno o del otro grupo.
En su subconsciente pueden seguir a Jesús por una curación, una posición, una
apariencia…
Tu estas metido en la escena, contemplándola. Aprovecha el coloquio y comenta con el Señor ¿con qué grupo me identifico yo? ¿En qué grupo me gustaría estar? ¿Cuáles son mis motivaciones a la hora de seguirle? Pídele la gracia, la limpieza de corazón y la fuerza que te puedan faltar.