Qué fácil la oración si nos fijamos en este pasaje del evangelio de las
Bodas de Caná. Cuando se peregrina a Jerusalén, todos los grupos, cuando
visitan el lugar donde tuvo lugar el milagro más mariano que descubre todas las
bondades de nuestra Madre y más para un militante suyo, los que están casados
renuevan allí sus compromisos matrimoniales los reciben la gracia del
sacramento. Es algo que se pierden todos los que viven en pareja, moda actual
que quiere barrer de la sociedad, toda huella cristiana y así les va. Aquellos
matrimonios, después del acto, algunos emocionados y con lágrimas en los ojos,
se dan un abrazo que indica la felicidad que sienten a pesar de los años, y
luego la felicitación de todos presentes, que no es menos.
Contemplar a la Virgen en esta escena, dirigiéndose a su Hijo, habiendo
notado como todas las madres notan cuando falta algo en cualquier situación,
más en esta donde el ingrediente del vino juega un papel tan principal para los
invitados, ¿Cómo se dirigiría a Jesús con aquellas palabras, “no tienen vino”
cargadas de necesidad, favor y fervor?
Si nosotros en nuestras necesidades, en nuestras luchas, trabajos,
dificultades, acudiéramos a Ella para que como Ella se las dirigiera a Jesús,
qué seguridad nos daría, porque nunca falla, está deseando que acudamos a Ella
y escuchemos “Haced lo que Ël os diga”.
La misma oración, el don de la oración, es un don que tenemos que pedir
para no dejarlo por nada más importante, aunque nos lo parezca, pues siempre el
demonio nos enreda con lo urgente. La prisa que es siempre su huella, “no tengo
tiempo, es que…”, y ponemos muchos peros. La Virgen no pone peros, va al grano:
“no tienen vino” y segura de su petición: “Haced lo que ÉL os diga”.
También nosotros con la luz del Espíritu Santo, de la cual Ella fue
llena, nos concede el don de la oración, y así haremos siempre lo que ÉL nos
diga en la misma oración y durante todo el día y toda la vida, ya que la clave
de todo hombre para ser feliz es hacer la voluntad de Dios:
Y así repetiremos con la Virgen: “Hágase tu voluntad, aquí estoy”.