La oración de hoy la podemos seguir en clave de contemplación; de
contemplación para alcanzar amor. Nos ponemos en la presencia de la Trinidad
que es la fuente misma del amor, a la vez que su plenitud. Pedimos, siguiendo a
San Ignacio: conocimiento interno de tanto bien recibido, para que,
reconociéndolo, pueda en todo amar y servir a Dios; y podemos añadir de
nuestra propia cosecha, en el hermano.
El libro del profeta Samuel nos presenta la victoria del joven David
sobre el aguerrido Goliat con tan solo una honda y una piedra, sin el uso de la
espada. ¿Por qué David se atrevió a enfrentarse a un peligro tan grande como
suponía el gigante Goliat? Porque conocía bien los beneficios que había
recibido de Dios. El Señor, que me ha librado de las garras del león y
del oso, me librará también de la mano de ese filisteo. Reconocimiento de
beneficios recibidos de creación, redención y dones particulares que dice San
Ignacio.
¿Cuáles son nuestros miedos? ¿A qué gigantes nos enfrentamos? ¿Qué voz
escuchamos, la de Saúl que dice, no puedes ir a luchar con ese filisteo,
o la de la fe que te dice, Dios actúa por medio de ti?
Reflexionemos, superando muchas veces la propia sensibilidad, sobre lo que debemos ofrecer a Dios; nuestras cosas y personas. Finalmente, con mucho afecto digamos: Tomad, Señor, y recibid toda mi libertad, mi memoria, mi entendimiento y toda mi voluntad, todo mi haber y mi poseer…