El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros. Este es el salmo que
hoy recitamos.
En esta la Navidad nos sigue inundando el Sol de lo alto, el
Dios Niño encarnado y nacido en Belén. No pueden pasar más días sin
dejarnos contemplar por este misterio. Él nos ama, mira y contempla, aunque
demos la espalda a la Sol.
Hoy nos recuerda el evangelio de San Juan (1,1-15). “…En Él
estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. Y la luz brilla en la
tiniebla, y la tiniebla no la recibió…” No todo son tinieblas. No nos
dejemos llevar de la desesperanza después de un año cargado de dificultades y
pruebas. Todavía son mucho mayores sus dones. Hagamos silencio unos minutos en
este rato de oración y descubriremos más dones recibidos que pruebas. Entre
otros, hemos podido iniciar de nuevo este año lleno de esperanza. Demos gracias
Dios.
Aunque en estos días de invierno, a veces se nuble el sol, o simplemente
las nubes se interponen, el sol siempre está brillando y dándonos calor. Este
Niño Dios ya nos ha conquistado la luz y la vida para siempre. ¡Dejémonos
salvar!
Sigue San Juan: “…Y hemos contemplado su gloria: gloria como Hijo
único del Padre, lleno de gracia y de verdad… Porque la ley se dio por medio de
Moisés, la gracia y la verdad nos han llegado por medio de Jesucristo”.
Que junto a María y José sepamos escuchar, y nos dejemos abrazar por este Dios que se hace tan pequeño como nosotros.