Cuántas veces me pasa que me enredo en el mundo, en sus prisas, en
sus dinámicas y “te me olvidas”.
Cuántas veces me pasa que busco seguridad en mis fuerzas, en lo que
puedo conseguir siguiendo las normas “razonables” del mundo, esas que puedo
comprender y me dejan con cierta tranquilidad momentánea.
Qué complicado me resulta convencerme de que me amas y que no dejarás
que me falte nada que realmente necesite, que estás pendiente de mí y que tu
gracia me basta. Que no es lo que yo hago, sino lo que Tú haces en mí.
No son las normas lo que he de cuidar, no son las formas, ni la
estética. Lo que quieres que cuide es mi interior, mi alma, y a ella Tú le
dedicas toda tu atención y cariño.
Si yo dedico un rato a la oración, si voy asiduamente a misa y me
confieso, podré dar a los otros de lo mucho bueno que tengo dentro, esa limosna
de lo que está en mi interior y que Tú me has regalado. Todo el cariño que sale
de mi corazón agradecido, hacia los demás, cuando dejo de ser cuadriculada y me
fio, y me regalo.
No necesito entender, solo confiar en Ti y como María decirte sí.