Para orar con las lecturas de hoy, basta con acogerlas como hijos,
con la confianza infinita en el Padre. Esto nos permitiría leerlas de corazón,
no como ya sabidas. No obstante, quizá no nos resulte fácil acercarnos de esta
manera…
Vamos por párrafos en la primera lectura:
1. Todo bien: ser
buenos… Quizá ya lo del perdón… Pero lo compramos sin problema.
2. La cosa, si se toma en
serio, va in crescendo: Ser imitadores de Dios…, vivir como hijos…
vivir en el amor como Cristo nos amó…, como se entregó a Dios como oblación y
víctima de suave olor. ¡Uff!
3. Pero ya lo malo es si
nos vemos retratados en algunas de las pinceladas que apunta Pablo. Y aún peor
si es alguno de nuestros pecados confesados habitualmente.
Es posible que, a estas alturas de la oración, o hayamos puesto el chip
de la reinterpretación, de la auto-justificación, para poder seguir adelante
con una mínima tranquilidad interior, o nos veamos aplastados por el peso de la
culpabilidad y turbados por el vértigo de nuestra fragilidad o pecado.
Y aquí entra el evangelio del día: ¿no será el jefe de la sinagoga,
hipócrita, fariseo, un retrato de nuestra práctica habitual de la fe? ¿No
cargaremos tintas, de normal, demasiado en la curvatura o rectitud exterior de
nuestra vida (o de los demás), desde una visión moralista de la religión?
Cuando el Señor nos concede luz para ver nuestra pobreza (esa mujer encorvada
desde hace años), la tentación es tirar la toalla con nosotros mismos. ¡Cuántas
veces no le permitimos al Amor incondicional del Señor recomenzar con nosotros
de nuevo!
Sin embargo, Jesús tiene una mirada muy distinta sobre esa mujer enferma
(ve con compasión, sin juzgar, y desea sanarla). Su mirada re-educa la
nuestra. Hipócritas: cualquiera de vosotros, ¿no desata en sábado su
buey o su burro del pesebre, y lo lleva a abrevar? […] Y a esta, que es hija de
Abrahán, y que Satanás ha tenido atada dieciocho años, ¿no era necesario
soltarla de tal ligadura en día de sábado?
Santa María, Madre buena, concédenos la gracia de un corazón de carne, cambia nuestro corazón rígido de piedra. Ayúdanos a pasar de una religión de moralina, a una fe y un amor encarnado, como la de tu Hijo, hijos en el Hijo.