Hoy podemos recordar lo que el
Señor nos habla acerca de la humidad y el empleo de nuestra voluntad para
permitir y colaborar con el crecimiento del reino de Dios, tanto en nuestra
vida como para que también se transmita a los demás.
Es de notar que nuestra colaboración es como
ese granito de mostaza que, a simple vista, parece ser insignificante o muy
limitado, lo cual es un reflejo de nuestras limitaciones, miserias y pobrezas.
Pero es el Señor, el Dueño de todo, el que nos fortalece, nos llena de Sus
dones, y quiere que Su reino se siga expandiendo más en nosotros mismos y así
se siga extendiendo en nuestras familias, con nuestros compañeros y con todo el
mundo.
El señor es el reino de Dios, el Corazón de
Jesús y María son los que quieren reinar en nuestros corazones y en nuestras
vidas. Pero si en medio de nuestra agitada vida no le abrimos, aunque sea un
pequeño espacio, difícilmente ese reino de Dios podrá dar frutos en nosotros y
los demás. El reino de Dios es como una gran familia que llega a ser tan grande
“que puede haber muchos nidos” en los cuales más personas se sientan acogidas y
atraídas por el amor misericordioso de nuestro Dios, nuestra Madre la Virgen y
el amparo de la Iglesia.
Pensemos por ejemplo en nuestro Movimiento o
nuestros grupos en los cuales estamos participando. Que el Señor y nuestra
Madre nos concedan la gracia de poder estar atentos a las mociones y acción del
Espíritu Santo en nuestros días y así podamos por lo menos intentar ser esa
levadura de Dios que sea suficiente para “fermentar toda la masa”.
Como decía el padre Morales: ser como fermentos metidos en medio del mundo que aunque pasen desapercibidos sean capaces de llevar el Espíritu Santo a los demás en esta Campaña de la Visitación.