El Señor se retira a orar, deja lo que está haciendo para dirigirse a
Dios Padre. En este momento de mi oración me pongo ante Ti, Señor, con la
conciencia plena de que es realmente lo más importante que tengo que hacer
ahora. Probablemente no podré apartar de mi mente mis preocupaciones, por eso
te presento todo lo que soy. En esta disposición, me pongo a orar.
Y escucho que me llamas por mi nombre para seguirte, como hiciste
con cada uno de los apóstoles. Me sobrecoge sentirme elegido y saber que el
Señor quiere acompañarme en cada momento de mi vida. Seguirte implica dejarte
ser nuestro guía y acompañante, nuestro aliento y escudo. Me emociona sentir tu
mirada que me busca y que me encuentra, esa mirada llena de amor y
misericordia, esa mirada que cuando se cruza con la mía hace que de un vuelco
el corazón. "Me has seducido Señor, con tu mirada, me has hablado al
corazón y me has querido. Es imposible conocerte y no amarte, es imposible
amarte y no seguirte, me has seducido Señor".
Gracias Señor por contar conmigo, gracias por tu amor incondicional, gracias por llamarme una y otra vez para ser tu apóstol y poder ser instrumento tuyo en medio del mundo para hacer realidad el Reino.