1. “Sed siempre humildes y amables, sed comprensivos... Un solo cuerpo y
un solo Espíritu, Un Señor, una fe, un bautismo” (Ef 4, 1)
Pablo vuelve a la carga: unidad, unidad,
unidad. Que el testamento del Señor se haga realidad: “Que todos sean uno para
que el mundo crea”. La división, Babel, es del diablo; el cuerpo, la unión, el
dar pasos en común, la sinodalidad, es del Espíritu. ¿Cómo lo vivo en el día a
día?
2. Esta es la generación que busca tu rostro, Señor. El hombre de manos
inocentes y puro corazón (Sal 23)
¿En qué anda nuestra generación? ¿Busca algo a
tientas y sin ningún ánimo o, incluso, se cansó de buscar? El salmo lo tiene
muy claro: para buscar el rostro del Señor necesitamos manos limpias,
inocentes, y corazón puro, generoso.
3. Por ello, mientras vas con tu adversario al magistrado, haz lo posible
en el camino por llegar a un acuerdo con él. (Lc 12, 54)
Jesús parece echar la bronca a sus discípulos
advirtiéndoles que saben mucho de lo secundario, accesorio, y muy poquito de lo
esencial, de lo fundamental. ¿Seguiremos viendo como normal las guerras, los
enfrentamientos, las desigualdades, las injusticias… los pecados? ¿Por qué no,
aquí y ahora, comenzamos a marcar la diferencia? El corazón de la paz es la paz
del corazón. Y para conseguirla, y vivir en humildad y amabilidad, pureza y
generosidad, necesitamos su mismo corazón. Corazón de Jesús en Ti confío porque
creo en tu amor para conmigo. Si te ayuda, tararea y canta: ¡Dame un nuevo
corazón, Señor!
Y para hacerlo fácil: ¡Mira a la Estrella, invoca a María en su mes del Rosario, mes misionero!