23 octubre 2022, domingo de la 30ª semana de Tiempo Ordinario. 23 octubre 2022, domingo de la 30ª semana de Tiempo Ordinario

Las lecturas de esta mañana nos plantean esos momentos en que, angustiados, nos vemos impelidos a recurrir a nuestro Dios. ¡Qué regalo y consuelo que lo podamos hacer así! Aunque requiere sinceridad, humildad y constancia para que nuestra súplica pueda llegar y ser atendida por Él.

Hay situaciones en las que verdaderamente hay que gritar. Así lo requiere el momento y el agobio del corazón; es decir, dar salida a tanta presión contenida. Gritar, en esas circunstancias, es como una necesidad fisio-psicológica. No podemos ocultarlo, es más, ayuda “sacarlo afuera”. Pero lo positivo de ello es dirigirlo hacia el Señor, “Cuando uno grita, el Señor lo escucha y lo libra de sus angustias”.

Un ejemplo de esta experiencia de grito-hecho-súplica nos la comparte S. Pablo: “La primera vez que me defendí, todos me abandonaron, y nadie me asistió. ….pero el Señor me ayudó y me dio fuerzas para anunciar íntegro el mensaje”.

Jesús, en el evangelio, nos mostrará, a través de la parábola del “seguro de sí y del que se reconoce pecador”, algunos aspectos para ser escuchados; dirigirse a Dios reconociéndose pecador, pidiéndole perdón, humillándose y confiando sólo en Él. Luego reafirmará, “porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido”.

Sin duda que esas palabras de Jesús nos remiten a su Madre, “porque ha mirado la humildad de su esclava” y también “auxilia a Israel su siervo, acordándose de su misericordia”. Santa María, alcánzanos la humildad que pide y espera todo del Señor.

Archivo del blog