Pablo predica en el Areópago de Atenas, pero su discurso choca con la
mentalidad de sus oyentes, que lo desprecian. Solo unos pocos se le juntaron y
creyeron. Él se fue a Corinto donde dirá que no se presentó a ellos con
sabidurías mundanas, sino con la fuerza del Señor, la sabiduría de la cruz.
El Espíritu Santo sugiere a Pablo como hablar, como anunciar el
evangelio, fuerza de Dios y sabiduría de Dios. Es un testimonio que continua el
testimonio de Jesucristo y que nace del corazón del Padre.
Que estos días de mayo entremos en el Cenáculo, con María, para esperar la fuerza de lo alto, el Espíritu Santo prometido que nos va guiando hasta la verdad plena en la comunión de la Iglesia.