En la vida de la Iglesia, esta semana es muy importante. Ayer
celebrábamos la Ascensión del Señor a los cielos. Durante este rato de oración
tienes que hacer un esfuerzo por meterte en la mentalidad de los primeros
discípulos de Jesús; han visto marcharse a su maestro y ahora se sienten más
solos que nunca. Tienen miedo, mucho miedo. En las últimas semanas han pasado
muchas cosas después de la muerte en la cruz de Jesús; han tenido varios
encuentros con Jesús resucitado y no dudan, pero los fariseos andan incordiando
y amenazando. El miedo les hace encerrarse en el cenáculo a esperar, como les ha
pedido Jesús.
Métete en la escena completamente, vive estos días tú también en ese
escondido lugar; ora con ellos, clama por la pronta venida del Espíritu. La
verdad es que no se aclararon mucho en el último encuentro con Jesús; sólo
saben que tienen que encerrarse a esperar y rezar mucho. ¡¡VEN ESPÍRITU SANTO!!
La verdad es que el desconcierto en que vive nuestra Iglesia en estos
últimos tiempos nos asemeja a ese tiempo de espera. Nos hace mirar hacia un
nuevo pentecostés que nos renueve completamente. La Iglesia está siendo atacada
con más violencia que en los primeros años y la persecución y los mártires se
multiplican.
El grupo de los apóstoles se encerró en el cenáculo pero con ellos estaba la Virgen; seguro que si no es por la presencia de la Madre no hubieran aguantado. Hoy también necesitamos sentir más cerca la presencia de la Virgen y por eso le pedimos que no nos abandone, que no nos deje solos. Por eso nos disponemos a vivir estos días en oración y en compañía de la Virgen. Reza por la Iglesia, por el Papa, por el mundo, por la paz, por las familias, por los niños que no nacen, por tus compañeros de estudio o de trabajo. Es posible que no tengan a nadie que rece por ellos; sé tú un signo en su vida para lograr su salvación.