Ven Espíritu Divino, manda tu luz desde el cielo,
Padre amoroso del pobre; don en
tus dones espléndido;
luz que penetra las
almas; fuente del mayor consuelo.
Ven, dulce huésped del alma,
descanso de nuestro esfuerzo,
tregua en el duro trabajo, brisa
en las horas de fuego,
gozo que enjuga las lágrimas y
reconforta en los duelos.
Entra hasta el fondo del alma,
divina luz y enriquécenos.
Mira el vacío del hombre si Tú le
faltas por dentro;
mira el poder del pecado cuando
no envías tu aliento.
Riega la tierra en sequía, sana
el corazón enfermo,
lava las manchas, infunde
calor de vida en el hielo,
doma el espíritu indómito,
guía al que tuerce el sendero.
Reparte tus Siete Dones según la
fe de tus siervos.
Por tu bondad y tu gracia dale al
esfuerzo su mérito;
salva al que busca salvarse y danos
tu gozo eterno.
Hoy celebramos, junto a toda la Iglesia, el día de Pentecostés. Con esta invocación al Espíritu Santo nos ponemos en presencia de Dios y pedimos que venga su Espíritu. Leemos despacio esta invocación al Espíritu Santo una vez más. Ven Espíritu Divino…
Ven Espíritu, ven y lléname,
Señor, con tu preciosa unción. Purifícame y lávame, renuévame, restáurame,
Señor, con tu poder.
Pentecostés es el cumplimiento de
la Pascua y su plenitud, es el comienzo de una presencia, la del Espíritu en la
Iglesia y en cada uno de sus miembros: una presencia dinámica que actúa en el
tiempo.
El Espíritu Santo se queda con
nosotros, se queda dentro de nosotros, es un permanecer activo, que nos
transforma, nos moldea y nos hace crecer en el camino de nuestra historia, de
nuestra fe, de nuestro amor a Dios y a los hermanos.
A lo largo de la historia de la
Iglesia y de nuestra vida, el Espíritu Santo nos enseña todo y nos recuerda,
haciéndolas comprender, las palabras de Jesús. Él, que es el amor mismo de
Dios, nos lleva a amar a Jesús.
Que hoy, especialmente, y
siempre, nos acordemos de pedir luz al Espíritu Santo, ante las acciones más
cotidianas del día y ante las decisiones más relevantes de nuestra vida. El
Espíritu Santo, con su acción desbordante, dará respuesta a nuestras
necesidades y nos colmará de sus siete dones: sabiduría, inteligencia, consejo,
fortaleza, ciencia, piedad y temor de Dios.
Ven, Padre de los pobres; ven, dador de dones; ven, luz de los corazones. Consuelo perfecto; dulce huésped del alma; dulcísimo alivio. En el trabajo, descanso; en el calor, refugio; en el llanto, consuelo.