La oración de este viernes nos invita a hacer silencio, como nos propone
el texto de los Hechos de los Apóstoles. En el silencio de la noche, Jesús se
manifiesta cuando nos serenamos y cesa la actividad trepidante del día. (¿Seré
capaz de desconectar todas las redes sociales a tiempo para descansar los
suficiente?).
Así empieza el texto: “Cuando estaba Pablo en Corinto, una noche le dijo
el Señor en una visión: “No temas, sigue
hablando y no calles, pues yo estoy contigo, y nadie te pondrá la mano
encima…”. Estas palabras leídas sin prisas, con paz,
sentimos que van dirigidas a nosotros. Parece que vamos perdiendo el fuego y la
luz que se nos comunicó en el primer día de la Pascua… Y nos vamos apagando.
Pero el Señor nos quiere de nuevo despertar del sueño: “No temas, sigue
hablando y no te calles, pues yo estoy contigo…”.
Si Pablo fue capaz de dar testimonio de Cristo, ante los tribunales en
Corinto, lo mismo hará con nosotros. Y este testimonio no fue en un momento puntual
y se marchó corriendo a otra parte, sino que se quedó en Corinto más de un año,
y después… Se embarcó para Siria a seguir la misión encomendada. Sigue hablando
y no calles…
Así debe ser nuestra vida diaria: escuchar,
madurar la Palabra y salir a dar testimonio, con la vida y la
palabra, comunicando las razones en las que se apoya nuestra fe.
Repitamos con frecuencia a lo largo del día: “Jesús resucitado, victoria
en la derrota, vida en la muerte: en ti confiamos”.
Que cada día, en el silencio de la oración, escuche de los labios de
María: no temas, sigue hablando y no te calles, pues yo estoy contigo.
Santa María, recuérdame a unos días de la Ascensión del Señor, este texto que nos propone la Liturgia de hoy antes de la lectura del Evangelio: “Era necesario que el Señor padeciera y resucitara entre los muertos; y entrara así en su gloria”.