“Escribía sobre la arena…” Tal es el título de un reconfortante librito de Mons. Francisco Cerro obispo de Coria-Cáceres) sobre la misericordia, y en el que va desarrollando el texto evangélico de la Misa del este día.
Leemos en dicho folleto: “Escribir sobre la arena nos sugiere siempre lo que deseamos que se borre. El pecado, ni debe hacer nido en nuestro corazón, ni mucho menos convertirse en una herida permanente. Los pecados siempre se deberían escribir sobre la arena, con el deseo de que se borren lo más rápido posible”.
De modo que no escribe el Señor sobre agua (en la que nada permanece, como si nada le afectase el pecado de los hombres), ni sobre roca (con lo que podría pensarse que la ofensa a Dios es imposible de perdonar). Sobre arena, para que supiésemos que si acudimos a Él con un corazón contrito y humillado, Él puede borrar todo con el soplo de su espíritu. Como el viento borra la imagen dibujada en la arena.
¿Y qué querrá decirme a mí, militante de la Virgen? Que aprenda a escribir sobre agua los desaires, humillaciones, desprecios, burlas, menosprecios que se me hagan a lo largo de la vida, y que pueda recibir de forma premeditada o involuntaria.
Que aprenda a escribir sobre arena las correcciones que he de hacer a mis compañeros, súbditos, alumnos, educandos; a fin de que sólo él las reciba y rápidamente el viento del olvido las borre de mi memoria y consiga así que no me enfríe en mi relación con el corregido.
Que aprenda a escribir sobre roca los consejos de mis guías, las correcciones que se me hagan, los propósitos de Ejercicios.
Y, sobre todo, que de la mano de nuestra Madre aprenda a escribir indeleblemente sobre mi corazón mi fe en Dios, mi amor a Ella, mi deseo de entregarme por las almas.