El salmo 33 que recitamos hoy en la liturgia, nos puede ayudar a vivir estos minutos intensos de oración.
Vamos a recordar juntos la actitud que nos ayuda para ponernos en la presencia del Señor. El Señor me está esperando para hablar con Él. Para darle gracias por este día que me concede, pedirle perdón por la veces que “paso” de él y contarle las necesidades personales y de las personas que pasarán este día junto a mí.
Me puede ayudar, comentar con Jesús la actividad que hoy voy a realizar. Si me dejo acompañar por él, encontraré sentido en lo que realizo y todo será más fácil. Debo de quedarme a solas, en silencio para que me llene su presencia. Aunque palpe el peso de mis propias limitaciones y pecados brota en mi interior la luz de la fe y la fortaleza de la esperanza. Así nos lo recuerda el salmo 33.
El Señor está cerca de los atribulados
Salva a los abatidos.
Aunque el justo sufra muchos males
De todos lo librará el Señor.
El Señor está cerca de los atribulados. Cuando las circunstancias nos zarandean y a veces perdemos el rumbo en medio de la tormenta, cuando ya estamos a punto de caer, y al límite de nuestras fuerzas, allí está el Señor, esperándonos.
Nos pide una condición, vivir de fe, vivir de esperanza. Los justos son aquellas personas que mirando a Cristo no pierden la fe, ni la esperanza.
Aunque el justo sufra muchos males, de todos lo librará el Señor.
Clavemos nuestra mirada en Jesús que cuelga de la cruz. No tengas prisa por marcharte. Mírale y déjate mirar por él.
En el evangelio de hoy, Jesús aparece de nuevo en Jerusalén. Sabe que está muy cerca la “hora”, pero a la vez conjuga la prudencia con la audacia. Sabe que está en las manos del Padre.
En Jerusalén intentan agarrarlo, para matarle; “pero nadie le puso la mano encima, porque todavía no había llegado su hora”.
Y siguiendo con el salmo 33 que se puede aplicar al Justo y todo Santo
Él cuida de todos sus huesos,
y ni uno sólo se quebrará.
El Señor redime a sus siervos,
no será castigado quien se acoge a él.
Petición
Reina y Madre de misericordia: enséñame a vivir en paciencia la cuaresma de la vida, esperando el gran Domingo.