12 abril 2011, martes de la quinta semana de Cuaresma – Puntos de oración

*Primera Lectura: Ante las mordeduras de las serpientes, el pueblo pide a Moisés que ruegue para que el Señor las aleje y el Señor les da un signo de su misericordia: quien, después de haber sido mordido por las serpientes, vuelva la mirada hacia ese signo dado por Dios, no morirá.

Hoy la liturgia nos transmite su mensaje de salvación a través de un símbolo, la serpiente de bronce.

La serpiente, elevada como estandarte en el desierto, y dotada de poderes curativos, prefigura lo que será en la historia de la salvación Jesucristo crucificado. Esta es la fecundidad de la Cruz y su poder de salvación. «Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del Hombre para que todo el que cree en Él tenga vida eterna» (Jn 3,14-15). Oremos con San León Magno :

«¡Oh admirable poder de la Cruz!... En ella se encuentra el tribunal del Señor, el juicio del mundo, el poder del Crucificado. Atrajiste a todos hacia ti, Señor, a fin de que el culto de todas las naciones del orbe celebrara mediante un sacramento pleno y manifiesto, lo que realizaban en el templo de Judea como sombra y figura... Porque tu Cruz es fuente de toda bendición, el origen de toda gracia; por ella, los creyentes reciben de la debilidad, la fuerza; del oprobio, la gloria; y de la muerte, la vida» (Sermón 8 sobre la Pasión).

*Salmo responsorial: Salmo 101. Dios nos contempla siempre con gran amor y misericordia. Somos sus hijos y jamás rechaza la obra de sus manos. Cuando lo invocamos Él nos escucha y nos libra de la mano de nuestros enemigos. Dios no quiere que vivamos en la desgracia; y cuando los muros de nuestra vida parecieran derrumbarse, Él acude a nosotros para sostenernos, para reedificarnos, para librarnos de la desgracia. Por eso, quienes hemos sido hechos partícipes de su misma vida, debemos ser también un signo del amor protector y misericordioso de Dios para los demás. No seamos, por tanto, ocasión de pecado, de escándalo, de destrucción de la conciencia de nuestro prójimo. Dios nos contempla con amor y nos tiende la mano en nuestras necesidades. Vayamos y hagamos nosotros lo mismo con nuestro prójimo.

*Evangelio: empezamos con esta sencilla oración:

Señor Jesús, Hijo del Padre, Salvador nuestro:

Tú por amor viniste hasta nosotros tomando un cuerpo en el seno de María; tú por amor fuiste fiel al Padre y a los hombres que venías a salvar; tú nos dejaste el ejemplo supremo de donación total a los demás con olvido de ti mismo.

Te pedimos que desde la Cruz, con tu sangre y con tu amor, nos atraigas y nos ganes para siempre. Amén.

“Cuando levantéis al Hijo del Hombre sabréis que Yo soy ”. Jesús está anunciando su pasión y muerte de forma velada ante los judíos que se enfrentan a Él. La muerte de Cristo en la cruz no solamente es una revelación más de la cercanía salvadora de Dios, sino que es el punto culminante de ese acontecimiento revelador y salvador. Porque justamente esa elevación mostrará que Jesús puede decir con toda razón el "yo soy", ya que la cruz es el lugar en que se ha revelado al mundo de manera más plena y más aplastante el amor entrañable de Dios.

Jn. 3,14-16: "Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así tiene que ser levantado el Hijo del hombre... Porque tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único, para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna".

La respuesta definitiva será la exaltación de Jesucristo. San Germán de Constantinopla se expresa así sobre la Cruz y la obediencia de Cristo:

«A raíz de que Cristo se humilló a sí mismo y se hizo obediente hasta la muerte y muerte de Cruz (cf. Flp 2,8), la Cruz viene a ser el leño de obediencia, ilumina la mente, fortalece el corazón y nos hace participar del fruto de la vida perdurable. El fruto de la obediencia hace desaparecer el fruto de la desobediencia. El fruto pecaminoso ocasionaba estar alejado de Dios, permanecer lejos del árbol de la vida y hallarse sometido a la sentencia condenatoria que dice: “volverá a la tierra de donde fuiste formado” (Gén 3,19). El fruto de la obediencia, en cambio, proporciona familiaridad con Dios, dando cumplimiento a estas palabras de Cristo: Cuando yo sea levantado en alto atraeré a todos a Mí (Jn 12,32). Esta promesa es verdad muy apetecible» (Sobre la Adoración de la Cruz).

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ORACIÓN FINAL:

Oh Dios, Padre de misericordia, cuyo Hijo, clavado en la cruz, proclamó como Madre nuestra a santa María Virgen, Madre suya, concédenos, por su mediación amorosa, que tu Iglesia, cada día más fecunda, se llene de gozo por la santidad de sus hijos, y atraiga a su seno a todas las familias de los pueblos. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

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