Las lecturas de este jueves de Pasión, a escasos tres días de la Semana Santa, tienen tres hitos importantes para reflexionar y hacer oración: Abraham, la Alianza y Cristo, de nuevo en diálogo con los judíos.
La figura de Abraham y su alianza con Dios es un anticipo de la Nueva Alianza que Cristo sella con su sangre. Dios hace una promesa a Abraham sobre su descendencia, que se convierte así en el pueblo de la Promesa.
- Si nos queremos quedar con algunas frases que nos hagan entrar en la oración, nada mejor que la primera: “Cayó rostro en tierra”. Es la humildad del publicano orando al Padre de los cielos.
Y el Padre le dice:
“Mira, éste es mi pacto contigo…”: Dios se compromete con el hombre, se compromete conmigo. No está lejos de cada uno de nosotros, dice la escritura. “Tú me sondeas y me conoces”. - “Te llamarás Abrahán…”: Le cambia el nombre, elige un nombre para él. “¿Puede una madre olvidarse del hijo de sus entrañas? Pues aunque una madre se olvidase, yo no me olvidaré de ti”.
“Tú guarda mi pacto…”: No te preocupes de más: vive haciendo mi voluntad –ese es el camino de la santidad-. Mírame a mí. Si te caes, levántate. No te mires a ti mismo, “guarda mi pacto”. Yo me encargo, dice Cristo, de todo lo demás.
Podemos entonces cantar con el salmo: El Señor se acuerda de su alianza eternamente. - Cristo, en el Evangelio, nos recuerda lo que es el pan nuestro de los verdaderos discípulos. Porque lo que con él hicieron lo hacen ahora con todo aquel que intenta vivir según Cristo.
Anuncia: “Quién guarda mi palabra no sabrá lo que es morir para siempre”. Nos recuerda lo del evangelio del pasado domingo: “Yo soy la resurrección y la vida”.
Respuesta de los judíos: “estás endemoniado”, “¿eres tú más que nuestro padre Abraham?” , “¿Por quién te tienes?”. Meten por medio al gran patriarca, al padre del pueblo de Israel. Manipulan sus palabras, quieren ridiculizarlo. No entendieron el alcance de la afirmación de Jesús. Diálogo de sordos. ¿Has tenido alguna vez la experiencia de conversar con alguien que piensa exactamente lo contrario y no se da cuenta de ello? - Cristo responde: “El que me glorifica es mi Padre”; “Antes que naciera Abrahán existo yo”.
Siempre y de nuevo Jesús toca la misma tecla: está de tal modo unido al Padre que nada de lo que dice y hace es de él. Todo es del Padre. Estas palabras de Jesús deben haber sido como una espada que hiere la auto-estima de los judíos. Decir a las autoridades religiosas: “¡No conocéis al Dios que decís conocer!" ¡Yo le conozco y vosotros no le conocéis!”, es lo mismo que acusarlos de total ignorancia en aquel asunto sobre el cual enseñaban.
Jesús viene a decir: ¡YO SOY! Aquí está el corazón de este pasaje evangélico. - Y de nuevo piedras para matar a Jesús. Pero aún no ha llegado la hora. No asustarnos de las persecuciones. Cristo nos acompaña, las vive en nosotros y, si él está con nosotros, ¿quién contra nosotros?
- Una oración final: “Recurrid al Señor y a su poder, buscad continuamente su rostro. Recordad las maravillas que hizo, sus prodigios, las sentencias de su boca”.
“El Señor se acuerda de su alianza eternamente”