24 abril 2011, Domingo de Pascua de la Resurrección del Señor – Puntos de oración

¡Cristo ha resucitado! La oración brota hoy espontánea, a impulsos del Espíritu Santo, en el Corazón de la Virgen Madre. Pidamos, como nos enseña san Ignacio, gracia para alegrarnos y gozar intensamente de tanta gloria y gozo de Cristo nuestro Señor. Miremos además “el oficio de consolar, que Cristo nuestro Señor trae, y comparando cómo unos amigos suelen consolar a otros”. Podemos tomar cuatro puntos de oración, a partir de cuatro momentos que aparecen en el relato evangélico.

1) Cuando todavía estaba oscuro...: “María Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando todavía estaba oscuro”. Todavía reina la noche, la oscuridad en su corazón, ante la evidencia de la muerte de su Maestro y Señor. Necesitamos tiempo y espacio en el alma para entender lo que ha pasado esta noche. Nos encontramos, como María Magdalena, todavía bajo el impacto de la muerte de Jesús. Por lo menos en ella queda el rescoldo del amor. Y ese amor la mueve a salir de si misma y de sus cosas, y a acudir donde –según pensaba- se encontraba Jesús. El amor le da alas, le hace correr. ¿Y a nosotros?

2) Aparecen las primeras luces: Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro: los dos corrían juntos”. Un periodista haciendo la crónica del día podría haber titulado su reportaje: “un día en las carreras”. Además del amor, ahora surge el atrevimiento (de momento solo en Pedro, que entró en el sepulcro) y la admiración. Ven, pero no saben interpretar lo que observan. Salir de uno mismo, apretar el paso, entrar y ver son cuatro actitudes que preparan nuestras almas para la fe, y el encuentro.

3) Amanece: Juan, el de corazón puro, da el salto: vio... ¡y creyó! Ya lo había anunciado el Señor: “bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios”. Creer es abrir la mente a lo que el Señor nos dice (“hasta entonces no habían entendido la Escritura”), y descorrer así la cortina del desconcierto. Juan no necesita ver a Jesús para creer. Se cumple en él la bienaventuranza pascual de Jesús: “bienaventurados los que crean sin haber visto”.

4) Brilla el astro de la mañana: El pasaje del evangelio que leemos hoy nos deja justo a las puertas del encuentro. Jesús se aparecerá primero a María Magdalena, y más tarde a los discípulos. Por ello nos centramos ahora en el evangelio de la Vigilia Pascual: “De pronto, Jesús les salió al encuentro [a las mujeres] y les dijo: -«Alegraos». Ellas se acercaron, se postraron ante él y le abrazaron los pies. Jesús les dijo: -«No tengáis miedo: id a comunicar a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán».

- Luego la alegría (“alegraos”), la confianza (“no tengáis miedo”), y el apostolado (“id a comunicar a mis hermanos”) son mandatos de Jesús resucitado. Nos manda, y nos alcanza con su resurrección la fuerza para ello.

- Nuestra respuesta ha de ser la de las mujeres: acercarnos a Jesús, adorarle, y abrazarle. Gozándonos de ver a Jesús resucitado que se nos aparece. Y también la de la segunda lectura: resucitar con Cristo y buscar los bienes de arriba, donde está Cristo, nuestra vida.

5) Algunas consideraciones finales.

- En realidad si recorremos los relatos de las apariciones, vemos que Jesús se aparece a los suyos a cualquier hora del día (al amanecer, por la mañana, al atardecer...), en cualquier lugar y actividad. Estemos atentos al paso del Señor, en todo momento, lugar o circunstancia.

- “Señor mío, Dios mío”, “Maestro mío”... son las exclamaciones que surgen de dentro en estos relatos ante la presencia de Jesús resucitado. Digámosle a Jesús: Tú eres mi Señor, mi Maestro, mi Dios. Quiero ponerme a tu servicio, aprender de ti, adorarte...

Oración final. Madre del amor hermoso, alcánzanos, al calor de tu Corazón, gracia para alegrarnos intensamente de tanta gloria y gozo de Jesús resucitado. Que nos acerquemos a Él, le adoremos y le abracemos, como las mujeres a las que salió al encuentro, para resucitar con Él y buscar los bienes de arriba, donde está Cristo, nuestra vida.

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