Cuando en un grupo de amigos de pronto se sabe que alguno ha realizado algo que daña la unidad del mismo, como puede ser robar algo común, se produce una decepción que daña la esencia misma del grupo. Que decepción. De repente todo cambia y nace la duda, la desconfianza, se ha roto ese clima de amistad que lo llenaba todo. Estas situaciones que a veces se dan en la vida nos hacen adivinar muy a lo lejos lo que podría pasar por el alma de Jesús ese día de la traición de Judas.
El evangelio de hoy se centra en la Última Cena y la traición de Judas. Un momento tan especial, todos reunidos entorno al maestro para celebrar la fiesta más grande de los judíos. Y es ahora cuando Jesús anuncia que uno de ellos le va a entregar, le va a traicionar. Los doce son los más íntimos, los que han pasado con Cristo momentos inolvidables. Son todos como hermanos, para ellos Jesús es el maestro, besarían donde el pone los pies. ¿Cómo que uno de ellos le va a entregar? Cuánto sufriría Cristo al ver que Judas se aleja, que ha pactado con el pecado, que no tiene marcha atrás. El traidor se marcha, no se queda a la santa cena, y deja en el corazón de Jesús un profundo dolor. Que la meditación de este pasaje evangélico nos ayude a no dejar que la tentación nos seduzca y traicionemos a Cristo. Nos dejará un gran pesar a nosotros pero más un gran dolor al corazón de Cristo. Si alguna vez cometemos el error de traicionarle no hagamos como Judas que se alejo de Cristo, acerquémonos humildes y alegraremos el corazón de El al poder llenar nuestro corazón de luz.