Con el evangelio de hoy, san Lucas concluye el “sermón de la llanura”, que hemos ido meditando en los últimos días. Podemos “cimentar” en él hoy el “edificio” de nuestra oración. Nos apoyaremos además en algunas ideas del P. Morales y de Benedicto XVI.
1. “Cada árbol se conoce por su fruto”. Muchos árboles dan fruto ahora, a finales del verano. Es importante conocerlos bien, porque algunos frutos son deliciosos y nutritivos, pero otros son insulsos, e incluso los hay venenosos. La diferencia no está en su aspecto externo: hay frutos de colores muy vivos que son tóxicos… Lo mismo ocurre con los frutos en el evangelio.
a) ¿Qué son los frutos? En el evangelio los frutos son las buenas obras, pero no solo las obras externas, sino toda obra de amor a Dios y a los hombres. Escribe san Pablo que los frutos que el Espíritu produce en nosotros son: “amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, modestia, dominio de sí” (Gal 5, 22-23). ¿Son éstos los frutos que brotan en nosotros por la acción del Espíritu? Así sabremos si le dejamos obrar o si obstaculizamos su acción en nosotros.
b) Con apariencia de frutos. Tendemos a identificar los frutos con el éxito, bien sea apostólico, profesional, etc. Pero en muchas ocasiones no coinciden. Escribe así el P. Morales: “Recordad siempre que en el apostolado el éxito no es sinónimo de fruto, que el fracaso aparente no significa esterilidad. El fracaso es fecundo si se acepta y se ama”. También tendemos a relacionar directamente el fruto con la eficacia. Solemos pensar que una actividad ha tenido fruto si el resultado ha sido acorde con lo que nos hemos esforzado en ella. Y para ser eficaces estamos tentados de utilizar medios espectaculares. Sin embargo hemos de emplear los medios evangélicos (aun cuando a la mentalidad del mundo le parezcan inadecuados), como son la vida oculta, las acciones a largo plazo, etc. Comenta el P. Morales: “la vida oculta en trabajo y estudio es el apostolado más eficaz para quien trata de influir a la larga en la Iglesia y en el mundo: si el grano de trigo no cae en la tierra y se pudre en vida oculta, en preparación oscura de largos años, no produce frutos”. ¿Y yo, identifico los frutos con el éxito y la eficacia?
c) Los frutos malos. El árbol dañado da frutos malos. La enfermedad del árbol se transmite a sus frutos. ¡Cuántos virus y gusanos se pueden instalar en nosotros y arruinar los frutos! ¿Cuáles son mis virus y gusanos? El P. Morales señala uno: el orgullo: “es un gusano que de tal manera ataca la raíz de nuestro árbol, que lo inutiliza para producir frutos de vida. Los seca, le hace perder el follaje. El que se deja engañar del orgullo se parece a una mujer que da a luz hijos muertos”. ¡Qué cerca está el orgullo de la esterilidad, y cómo llena de muerte lo que engendra!
2. “Edificados sobre roca”. En los medios de comunicación vemos qué ocurre con las casas cuando viene un terremoto: la diferencia entre ellas, por fuera, suele ser inapreciable, pero las construidas sin cuidado se derrumban, mientras que las bien cimentadas permanecen.
a) ¿Sobre qué queremos construir nuestra vida? Jesús nos invita a cavar cimientos hondos en la casa de nuestra vida: a asentarla sobre la roca que es su propia identidad. Comenta el Papa Benedicto XVI: “A menudo el hombre no construye su obrar, su existencia, sobre esta identidad, y prefiere las arenas de las ideologías, del poder, del éxito y del dinero, pensando encontrar en ellos estabilidad y la respuesta a la insuprimible demanda de felicidad y de plenitud que lleva en su alma”. Y nos pregunta el Papa: “Y nosotros, ¿sobre qué queremos construir nuestra vida? ¿Quién puede responder verdaderamente a la inquietud de nuestro corazón? ¡Cristo es la roca de nuestra vida! Él es la Palabra eterna y definitiva que no hace temer ningún tipo de adversidad, de dificultad, de molestia. Que la Palabra de Dios impregne toda nuestra vida, nuestro pensamiento y nuestra acción” (Ángelus 6.3.2011).
b) “Edificados en Cristo, firmes en la fe”. Las palabras del evangelio nos recuerdan el lema de la JMJ. Benedicto XVI se refería a este pasaje así: “Queridos amigos, construid vuestra casa sobre roca, como el hombre que “cavó y ahondó”. Intentad también vosotros acoger cada día la Palabra de Cristo. Escuchadle como al verdadero Amigo con quien compartir el camino de vuestra vida. Con Él a vuestro lado seréis capaces de afrontar con valentía y esperanza las dificultades, los problemas, también las desilusiones y los fracasos” (Mensaje JMJ, 6.8.2010).
Oración final. Santa María: Tú que eres el mejor árbol de nuestra tierra, ya que en ti la humanidad ha dado su mejor fruto: el fruto bendito de tu vientre, Jesús, alcánzanos el Espíritu Santo para que demos frutos de buenas obras. Tú que afianzaste tu vida sobre la Roca de tu hijo, haz que estemos siempre “edificados en Cristo, firmes en la fe”.