28 octubre 2011, miércoles de la XXVI semana de Tiempo Ordinario – Puntos de oración

Ofrecimiento de obras: Que todas mis intenciones, acciones y operaciones sean puramente ordenadas al servicio y alabanza de su Divina Majestad. ¡Señor, quiero militar bajo tu bandera!

Composición de lugar: Delante del Rey de Reyes, bajo cuya bandera quiero militar. Y como Nehemías a Artajerjes, me dejo preguntar por él: ¿Qué te pasa que tienes mala cara? Veo a Rey gran gracioso y poderoso que me pregunta a mí, pobre hombre, joven todavía, que todavía dudo de si decirle sí del todo o sólo a medias.

Meditación: Y una vez repuesto del susto de que me haya preguntado a mí, me pongo a reflexionar meditativamente antes de contestar. ¿Qué es exactamente lo que me entristece a mí?: puede ser una mala nota, puede ser un dolor de muelas, puede ser un desengaño…Nehemías respondió al rey que lo que le tenía triste no era un problema personal, sino el celo por templo de Israel que estaba destruido. Pienso un poco más en mí mismo, me meto dentro de mi corazón y analizo mis sentimientos: ¿Me preocupa a mí la Iglesia? ¿Me preocupa que haya todavía millones de jóvenes que no conocen a Cristo? ¿Me entristece ver a otros coetáneos hundidos en las más abominables miserias y pecados? ¿Me entristece que se haga mofa de la religión y de los hombres religiosos?

Coloquio: Ahora me pongo a hablar con mi Rey, contestando lo que haya sacado de mi corazón. Le digo que así soy yo, un pobre rácano que sólo piensa en sí mismo. Le digo que, a partir de ahora, quiero vivir más preocupado por las cosas del Padre. Le digo que me ayude a abrir más mi corazón, que lo haga grande y generoso. Le digo que tengo grandes deseos de amarle y de seguirle, pero que no me veo con fuerzas. Le digo…

Pero como se trata de un coloquio… Le escucho también. Le pregunto qué es lo que le entristece a él; y le escucho. Le pregunto qué es lo que más le gusta de mi corazón y lo que menos; y le escucho. Le pregunto si me permitiría seguirle todo lo cerca que pueda como el discípulo del evangelio; y le escucho. Le pregunto…; y le escucho.

Oración final: ¡Señor, quiero seguir bajo tu bandera! Ya sé algo más de lo que me espera: sé que viviré sin nido y sin madriguera, sin lugar donde reclinar la cabeza, pero me reitero en mi intención; sé que me pides un seguimiento exigente, pero yo me ocuparé de tus cosas y tú te ocuparas de mí, de mi familia, de enterrar a mis muertos…; sé que yo no valgo nada, pero que tú me puedes hacer válido para el reino de Dios, prometo, con tu ayuda no echar la mirada hacia atrás. Amén.

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