26 septiembre 2011, lunes de la XXVI semana del Tiempo Ordinario – Puntos de oración

PRIMERA LECTURA: Zacarías fue uno de los profetas que hablaron en los tiempos de la vuelta del destierro de Babilonia. Leemos en el texto cinco breves oráculos -cada uno empieza: "así dice el Señor"- llenos de esperanza, porque reflejan que Dios ama a Sión de forma apasionada.

Dios ha decidido liberar a su pueblo y renovar la Alianza: "ellos serán mi pueblo y yo seré su Dios" y por lo mismo la escena que dibuja de la nueva Jerusalén es expresiva: en sus calles volverán a sentarse los ancianos a tomar el sol y volverán a jugar los niños y jóvenes llenos de alegría.

Dios tiene siempre proyectos salvadores, proyectos de vida y renovación. Siempre está dispuesto a empezar de nuevo y nos invita a que también nosotros colaboremos. Nosotros, los cristianos, también experimentamos la bendición de Dios y con mayor motivo, porque la Nueva Alianza que Dios nos ha ofrecido en su Hijo Jesús todavía nos llena de mayor alegría y nos exige a la vez un mayor compromiso. Para nosotros tienen mayor sentido las palabras de Dios: “Yo libertaré a mi pueblo del país de oriente y del país de occidente, y los traeré para que habiten en medio de Jerusalén. Ellos serán mi pueblo, y yo seré su Dios con verdad y con justicia”. Este optimismo del profeta nos tiene que llenar en nuestra oración; en nuestro caso Dios nos ha entregado por amor a su mismo Hijo, y nos prepara para la vida en la Jerusalén celestial, empezando ya aquí en esta tierra.

EVANGELIO: Jesús, adivinando lo que pensaban...Se trataba de un debate interior, según san Lucas... Nos puede ayudar el pensar, si tal vez, los discípulos rumiaran interiormente sus sueños gloriosos y saboreasen los triunfos futuros, discutiendo sobre quién era el más importante... y a Jesús, que adivina sus pensamientos y los pone de manifiesto.

Jesús, adivinando lo que pensaban, cogió de la mano a un niño, lo puso a su lado y les dijo:

-«El que acoge a este niño en mi nombre me acoge a mi; y el que me acoge a mí acoge al que me ha enviado.

El más pequeño de vosotros es el más importante.». Pensemos en nuestra oración, cómo nos gustaría ser ese chiquillo, ese niño, cogido por la mano de Jesús." El sitio de honor "a su lado" Jesús lo reserva para el más pequeño.

El que quiera ser el mayor... que se ponga al servicio de los más pequeños, que dedique su tiempo a recibir a los más pobres.

Jesús de pie con "un niñito a su lado". ¿Cómo traduciré este icono en mi vida concreta, en mi propia conducta? Señor, ayúdame a que no me agraden las acciones deslumbrantes, sino a encontrar mi alegría en lo "cotidiano" en las pequeñas cosas ordinarias.

-Pues el más pequeño entre todos vosotros, ¡ese es el mayor!

Y la segunda parte de la escena: También tenemos la tendencia que aquí muestra Juan, el discípulo preferido: los celos.

Nos creemos los únicos, los que tienen la exclusiva y el monopolio del bien. Algo parecido pasó en el AT (cf. Nm 11), cuando Josué, el fiel lugarteniente de Moisés, quiso castigar a los que "profetizaban" sin haber estado en la reunión constituyente, y Moisés, de corazón mucho más amplio, le tuvo que calmar, afirmando que ojalá todos profetizaran.

¿Tenemos un corazón abierto o mezquino? ¿Sabemos alegrarnos o más bien reaccionamos con envidia cuando vemos que otros tienen algún éxito? No tenemos la exclusiva. Lo importante es que se haga el bien, que la evangelización vaya adelante: no que se hable de nosotros. No se trata de "quedar bien", sino de "hacer el bien".

Oración final:

Dios todopoderoso, confírmanos en la fe de los misterios que celebramos, y, pues confesamos a tu Hijo Jesucristo, nacido de la Virgen, Dios y hombre verdadero, te rogamos que por la fuerza salvadora de su resurrección merezcamos llegar a las alegrías eternas. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

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