Hoy celebramos la fiesta de Santa Teresa de Jesús, doctora de la Iglesia. En estos días que tenemos tan reciente el nombramiento de San Juan de Ávila como doctor de la Iglesia Universal, recordamos el significado que tiene este título. Junto con Santa Teresa, son cuatro los doctores de la Iglesia española reconocidos por la Santa Sede. Cuando esta nombra a una persona como doctora, es porque el contenido de su doctrina está inspirado por el Espíritu Santo y lo propone como camino seguro y fiable de santidad.
Teresa fue una innovadora de la espiritualidad de su tiempo. No sólo por la reforma de la Orden del Carmen, también por suscitar la devoción a la sacratísima humanidad de Jesucristo. Teresa en sus escritos nos anima a “aficionarnos” a la humanidad de Cristo. El misterio de un Dios encarnado, un Dios hecho carne, como uno de nosotros, es un misterio que escandaliza a muchos y que nos diferencia de otras religiones y creencias y, precisamente, esta sagrada humanidad era lo que encandilaba a la santa. Teresa estaba encendida en amor, nos dirá el P. Morales en las semblanzas, se sentía quemar como Jeremías. "Era un fuego ardiendo en mi corazón, encerrado en mis huesos. No podía contenerlo" El amor a la sagrada humanidad de Jesucristo era el motor de su vida. Ella misma dirá: "Cuán grande yerro es, por mujeres espirituales que sean, no ejercitarse en traer presente la Humanidad de Nuestro Señor..., y a Su gloriosa Madre" (Mor. III 1,3).
Inicia una vida ajetreada y andariega por los caminos de Castilla y Andalucía fundando monasterios, y entre tanto ajetreo y ocupación ella no pierde la paz. Vive el mensaje del Evangelio de hoy: “Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados y yo os aliviaré (…) aprended de mí que soy manso y humilde de corazón y encontrareis vuestro descanso”. Así, contemplando la sagrada humanidad de Cristo aprendió de su maestro la humildad de corazón, la fuente de una gran paz. Y en esto también es maestra y doctora para nosotros, hombres y mujeres del siglo XXI. ¿Quién de nosotros no se ha sentido alguna vez cansado y agobiado? ¿Quién no se ha visto desbordado y abrumado por las dificultades de la vida? Hoy Teresa nos señala el camino a seguir, el mensaje del Evangelio de hoy: la humildad de corazón. Cuando caemos en la cuenta de nuestra nada, cuando aceptamos nuestra pequeñez sin rebelarnos ni irritarnos, es cuando dejamos que Dios tome las riendas de nuestra vida, cuando dejamos que sea él el que cargue con el peso de nuestros agobios. La humildad de corazón es la clave, así lo manifestará el Señor mismo en diálogo con el Padre: “Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, así te ha parecido mejor”.
Que Santa Teresa en este día interceda por nosotros, para que siguiendo sus enseñanzas, alcancemos la santidad por el camino de las almas sencillas y pequeñas.