La iglesia para hoy nos propone una meditación de acción de gracias y de petición.
Como composición de lugar podemos pensar en el gozo que supone para el hombre del campo el momento de la cosecha. Después de un largo año (curso) de siembras, cuidados y esperanzas; llega el momento de recoger los frutos.
En el Evangelio, Jesús nos enseña lo importante que es pedir al Padre todo lo que necesitamos: “Pedid y se os dará, buscad y encontraréis; porque quien pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre”. (Mt 7,7)
Siguiendo el consejo de Jesús, hoy podemos pedir lo que San Ignacio señala en la contemplación para alcanzar amor: “pedir conocimiento interno de tanto bien recibido, para que reconociéndolo yo enteramente pueda en todo amar y servir a su divina majestad”.
Siguiendo con dicha meditación de los Ejercicios de San Ignacio, podemos meditar los siguientes puntos:
1º.- Reconocemos todo lo que recibimos de Dios. ¡Cuánto me ha dado Dios y cuánto quiere seguir dándome! De lo que se sigue que yo también debo querer darme a Dios. Para ello, San Ignacio nos invita a hacer la siguiente oración:
“Tomad Señor y recibid toda mi libertad, mi memoria, mi entendimiento y toda mi voluntad, todo mi haber y mi poseer; Vos me los distéis, a vos, Señor, lo torno; todo es vuestro, disponed a toda vuestra voluntad. Dadme vuestro amor y gracia que esta me basta”.
Cuánto más nos abrimos a Dios, más nos dilatamos y mejor nos disponemos para recibir más dones de Dios, según su voluntad.
2º.- Mirar como Dios habita en todo y en mí en particular. Soy templo de Dios, casa, tienda, tabernáculo y hornacina donde se posa no la imagen de un santo, sino el mismo Espíritu Santo.
3º.- Devolver este amor de Dios trabajando a favor de los demás.
4º.- Reconocer que todos los dones vienen de arriba. Dios se abaja y se pone a nuestro servicio. Pues yo también debo hacer lo mismo. ¡Descenso, no ascenso!
Finalmente pensemos cómo vamos a seguir la oración durante el día, cómo mantendremos la presencia de Dios en todas nuestras actividades.
Y terminamos pidiendo al Señor por medio de su querida Madre que nos haga contemplativos en la acción. Que en medio de nuestros trabajos y actividades de cualquier género, Él esté presente; para que todo lo que sintamos, pensemos y hagamos sea para su mayor gloria y salvación de las almas, especialmente de los jóvenes.