«Mirad que os mando como corderos en medio de lobos»
El Evangelio es necesario que lo leamos.., lo reflexiones.., lo oremos con profundidad.., si es que queremos llegar a entender un poco de lo mucho que Dios nos quiere decir a través de el...
Hoy comienza el texto de una forma festiva y alegre: “En aquel tiempo, los setenta y dos volvieron muy contentos y dijeron a Jesús: «Señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre.”
Vuelven saboreando el éxito y el triunfo después de su labor apostólica… Pero esto, que es una realidad, no siempre es así.., no siempre lo experimentamos de esta manera, o de esta forma… También entra dentro del paquete de la evangelización, el fracaso.., la humillación..., el desprecio.., la impotencia.., el desaliento.., y la tentación de abandono…
¡Cuidado, nos dice Jesucristo! Que el éxito apostólico, aun siendo bueno, nos puede hacer daño…, si no lo manejamos correctamente… Es muy fácil dejarse llevar por la vanidad.., por el orgullo.., o el amor propio en lo que hacemos por Dios o por los demás…
De ahí esa magnífica reacción del Maestro: Él les contestó: «Veía a Satanás caer del cielo como un rayo. Mirad: os he dado potestad para pisotear serpientes y escorpiones y todo el ejército del enemigo. Y no os hará daño alguno. Sin embargo, no estéis alegres porque se os someten los espíritus; estad alegres porque vuestros nombres están inscritos en el cielo.»
¡Cómo no vamos a alegrarnos de que otros conozcan la Verdad, el Bien o la Belleza que es Dios…! Es cierto.., pero no podemos quedarnos con lo que se ve y perder de vista lo que no se ve…, “pues lo que no se ve es eterno…” (2Cor. 4,18) ¡Qué fácil es quedarnos por defuera y no penetrar en lo de dentro…! El mayor milagro de nuestro apostolado con los demás, no está en lo que vemos, sino en lo que no vemos… Ese misterio insondable de transformación interior que se opera en la persona, al salir, por ejemplo, del pecado a la vida de la Gracia..; al dejar que Jesucristo se entronice en el centro de un alma..; o al constatar la luz allí donde solo reinaba la oscuridad…
Y por otro lado, la mayor gloria de un apóstol es que su nombre está “inscrito en el cielo”. “A quien se declare por mí ante los hombres, yo también me declararé por él ante mi Padre que está en los cielos” (Mt.10,32) ¡Que don y que gracia, el ser apóstol de Jesucristo en el mundo contemporáneo…!
Quizás te preguntes ¿quién es el mejor apóstol? La respuesta viene dada por el Señor en el evangelio de hoy: ¡Los sencillos…! ¿Eres sencillo? ¡Entonces eres apóstol! ¿Eres sencillo? ¡Serás el mejor apóstol! ¿Eres sencillo? ¡No hay apóstol como tú…! Pues solo a los sencillos se les revela el Misterio de Dios escondido: “… nadie conoce quién es el Hijo, sino el Padre; ni quién es el Padre, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiere revelar.» «Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y a los entendidos, y las has revelado a la gente sencilla.
“Sencillos como palomas…, pero sagaces como serpientes…” (Mt 10,16), si no queremos perder todo el bien que hemos hecho…