Tras de ponernos en la presencia de Dios y de la Virgen, podíamos hacer una petición, Santa María ¡jálame con el rosario! U otra mucho más básica, Santa María, ¡que rece el rosario!
Es muy evocadora la imagen de la Virgen, sentada en su trono del cielo, con su tesoro en los brazos, es decir con su Hijo. De su mano derecha pende un rosario inmenso que llega hasta el suelo y a él se van agarrando multitud de personas, que, trepando trepando, llegan al cielo, muchas de ellas sin siquiera pasar por el purgatorio. Como no he encontrado esa imagen en internet, pongo esta que es parecida.
En la tierra, al lado, hay un par de caminos: uno ancho y espacioso, que baja y baja hasta llegar al infierno. Al lado de la puerta del camino ancho hay otra puerta, esta vez más estrecha y por ella entran otros a un camino empinado que conduce al cielo.
Podemos pensar un rato en los dos caminos. ¿Por qué se meten unos por el ancho y cuesta abajo? Ver si a pesar de su anchura está lleno de asperezas o es todo disfrutar. ¿Te cambiarías tú por uno de ellos? ¿Los tienes envidia, o por lo menos un poco de envidia?
Piensa en los que caminan por el otro, si conoces a alguien, donde están sus dificultades, las piedras para sortear. Fíjate en los que van serios y aún algunos parece que van a remolque del cumplimiento del deber. ¿Por qué estarán serios?
La mayoría están alegres. Fíjate en los que son católicos, los que son de otras confesiones cristianas, en los de otras religiones y en los que no tienen ninguna, o los ateos, ¿Se les distingue en algo?
Ahora mira el rosario que cae hasta el suelo. Hace de escalera por la que suben muchos. Realmente es un privilegio ser católico. Sólo ellos suben por ahí. Pide a la Madre que mejores tu manera de rezar el rosario. De nuevo nos fijamos en los que suben por allí. Hay pocos soberbios. Esos necesitan una oración más complicada, donde su cabeza esté pensando en las cosas, con más carga teórica. Hay gente que sube más deprisa que otros. Algunos han llegado a la oración contemplativa. Yo creo que nadie es capaz de pensar conscientemente en lo que dice cada ave maría. Eso se le queda en un segundo plano de la mente, en su parte más consciente se pone a hacer otra cosa, pero poco a poco, la mente del segundo plano va ganando y se va quedando en un ambiente de presencia de Dios y de la Virgen que te transforma por dentro. (Las transformaciones interiores son muy opacas para la vista, se notan por sus efectos).
Hay algunos que dicen que no saben rezarlo porque no se saben los misterios ni las letanías. Una de las formas de hacerlo es aprenderse una serie de ellos, por ejemplo los de la infancia, (los gozosos): Anuncio del ángel, visita de la Virgen a su prima, nacimiento de Jesús, presentación de Jesús en el templo y el Niño perdido y para darle variedad, a cada misterio le añaden una petición, ejemplo: 3er misterio, el Nacimiento de Jesús. “Yo te pido en este misterio por la salud espiritual de mi papá”. Padre nuestro, diez avemarías y gloria. Las apariciones de la Virgen suelen ir ligadas al rezo del rosario y aunque yo suelo llevar la cuenta de las avemarías con los dedos, parece que la gusta más que se haga con un rosario.