“Dichoso el pueblo que el Señor se escogió como heredad”
Después de los cuarenta años de caminar por el desierto, por fin el pueblo elegido pudo entrar en la tierra prometida. Una vez pacificada, las doce tribus de Israel procedieron al reparto de la tierra. Las tribus fueron eligiendo una región para establecerse de forma definitiva, todas salvo la tribu de Leví que eligió dedicarse a servir al Señor y a cambio las once tribus restantes se comprometieron a pagar el diezmo de sus cosechas a esta tribu.
Desde el principio Dios se había elegido para Él al pueblo de Israel como su heredad y después de la venida de Jesucristo, los cristianos formamos su heredad de una forma especial. Estamos marcados por la señal del Espíritu Santo y para todo somos diferentes. Esta mañana en tu oración tienes que sentirte especialmente elegido por el Señor: “Dichoso el pueblo que el Señor se escogió como heredad”.
¿Qué tendrá el hombre para ser elegido tan especialmente por el Señor?. Desde la creación el hombre es distinto: el texto sagrado dice que creó al hombre a su imagen y semejanza. Si estamos hechos a imagen y semejanza de Dios, será porque en algo nos parecemos. ¿En qué nos parecemos a Dios? Los ángeles no gozan de ese privilegio. No creo que sea ni el físico ni la materialidad porque Dios es Espíritu. Aquí puedes dar rienda suelta a tu imaginación; no te puedo dar la respuesta, nadie lo sabe, pero el texto es muy claro. Quizás la libertad de la gozamos a la hora de elegir. Quizás sea la voluntad y el entendimiento.
Yo me inclino más por pensar que aquello en lo que nos parecemos a Dios es en la necesidad de amar y ser amados. El amor a los pobres y necesitados es una característica de la divinidad. El Espíritu Santo es parte protagonista en este amor, pidámosle esta mañana que nos haga grandes en el amor, generosos en prodigar nuestro amor hacia Dios y hacia los demás.
María ha sido de una forma especial la persona que mejor ha entendido esto, por ello le pedimos que nos enseñe a amar como Dios ama.