Hoy es la solemnidad de “Todos los
santos”. Un día para meditar sobre la vocación de todo hombre a ser santo. “Sed
santos como vuestro Padre celestial es santo” o “sed misericordiosos como
vuestro Padre celestial es misericordioso”. Dice Chesterton que la diferencia
entre un hombre santo y uno que no lo es, es que el primero quiere serlo y el
segundo no. La celebración de este día nos dice que el juicio sobre la santidad
lo tiene Dios, pues no solo los canonizados son santos sino muchos más que en
el anonimato de sus vidas han contribuido a la santidad de la Iglesia. Todo el
que es santo lo es por la gracia de Dios que ha actuado en él.
San
Juan Bosco pedía a sus muchachos que fuesen santos y les recomendaba que para
ello cumpliesen con sus deberes y viviesen siempre alegres. Conocemos la
generosa respuesta de santo Domingo Sabio. ¿Cuántos frutos de santidad habrá
dado esta exhortación llena de confianza? San Juan Bosco creía en la santidad.
Cada uno de nosotros debemos decir en este día: ¡puedo ser santo! ¡quiero ser
santo!
“Todo
el que tiene esperanza en él se purifica a si mismo, como él es puro”.
Mantengamos esta esperanza no cansándonos de estar empezando siempre, aunque
aparentemente nada consigamos. Esta fórmula podría ser la fórmula de nuestra
santidad: “no cansarse nunca de estar comenzando siempre”