25 noviembre 2013. Lunes de la XXXIV semana de Tiempo Ordinario – Puntos de oración

Al comenzar la oración en este día, uno de los últimos del año litúrgico,  hagamos un acto de fe y amor en Jesucristo salvador. Igualmente un acto de fe en la vida eterna –una verdad de la que hoy apenas se habla, la Vida que no acaba y que esperamos gozar por la misericordia del Padre. Nos podemos valer de las palabras de Jesús:
Yo soy la resurrección y la vida, el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre”.
Santa Teresa que fue maestra de oración para sus hijas carmelitas y para tantas almas que desde entonces se han acogido a su método y magisterio, nos enseña que el recuerdo de nuestros pecados y miserias ayuda a ponerse en la presencia de Dios. La humildad nos permite ver el amor misericordioso de Dios Padre y no dudar de ese amor que nos tiene. ¡Ven Espíritu Santo, Ven Padre de las almas pobres y pequeñas!
Primera lectura: comienzo del libro de Daniel, Dn 1, 1-6.8-20
El libro de Daniel, en su primer capítulo nos cuenta la acción de Daniel en el ambiente pagano del exilio babilónico. Con ello nos enseña que podemos y debemos servir al mundo en que vivimos. Que debemos estar en el mundo colaborando con todo lo bueno que hay en él, pero sin “mundanizarse”, en el sentido de llegar a identificarse con sus modas e ideologías. Daniel se está preparando para servir al rey y lo hace con responsabilidad, pero sin perder la confianza en Dios y en su Ley. Para ello se las arregla para dejar los manjares del palacio –que para él son impuros- y sustituirlos por legumbres. Con ello la palabra de Dios nos enseña que la fe es un valor de orden superior y que Dios bendice a los que confían en Él.
El evangelio: Lc 21, 1-4
Estamos en los últimos días de la vida de Jesús, cercana ya su Pasión en Jerusalén. Su último discurso versa sobre el fin de Jerusalén, y del mundo. Antes ha enseñado por los caminos, en las plazas y en las fiestas; ahora enseña en el Templo, pero no desde donde lo hacen los doctores o los sacerdotes. Jesús se contenta con reunir a su alrededor a aquellos que de buena gana le quieran oír. Y en medio de la gente observa a los que depositaban sus ofrendas en el arca del Tesoro. Vio a los ricos que depositaban sus donativos. Vio también a una viuda necesitada que echaba unos cuartos, la moneda más pequeña de entonces. Jesús miró el gesto de los ricos y el gesto de la viuda.
Pidamos a Jesús que nos enseñe a fijarnos y a mirar los gestos, las actitudes de cuantos nos rodean. A mirar como lo hizo Jesús. La mirada de Dios, qué diferente a la mirada habitual de la gente. Jesús dijo: “Esa pobre viuda ha echado más que nadie. Porque todos esos han echado de lo que les sobra, mientras que ella, de lo que le hace falta. Ha dado todo lo que tenía."
La viuda dio todo lo que tenía para vivir… dio de su indigencia. Que nuestra admiración no se dirija hacia los gestos aparentes, deslumbrantes sino hacia los pobres, los humildes, los pequeños.

Finalmente, podemos concluir con una oración-ofrenda. Siendo muy generosos como lo fue la viuda pobre que hemos meditado. Dice san Agustín: “Ella echó todo lo que poseía. Mucho tenía, pues tenía a Dios en su corazón. Es más tener a Dios en el alma que oro en el arca”.

Archivo del blog