8 noviembre 2013. Viernes de la XXXI semana de Tiempo Ordinario – Puntos de 0ración

*Primera lectura: Nuestra misión consiste en anunciar a todos los hombres a Cristo, Buena Nueva del Padre. Quien por la fe acepta a Cristo en su vida, está aceptando la salvación que en Él nos ofrece el Padre Dios. El cumplimiento, así, de la misión de la Iglesia, le lleva a que quienes, por su testimonio y por el anuncio del Evangelio, se acercan a Cristo, por medio de Él se conviertan en una ofrenda de suave aroma a Dios.  El Papa Francisco en la JMJ de Brasil 2013 explicó que evangelizar «es dar testimonio en primera persona del amor de Dios, es superar nuestros egoísmos, es servir inclinándose a lavar los pies de nuestros hermanos como hizo Jesús». Y les animó: «Vayan, sin miedo, para servir».

«Pero ¡cuidado! Jesús no ha dicho: si quieren, si tienen tiempo, sino: ‘Vayan y hagan discípulos a todos los pueblos’. Compartir la experiencia de la fe, dar testimonio de la fe, anunciar el evangelio es el mandato que el Señor confía a toda la Iglesia, también a ti.»

Durante la homilía en la misa de clausura de la Jornada, el obispo de Roma observó que «en estos días en Río, han podido experimentar la belleza de encontrar a Jesús y de encontrarlo juntos, han sentido la alegría de la fe».

*SalmoDios, por medio de su Hijo Jesucristo, nos ha manifestado su amor y su lealtad, cumpliéndose en Él las promesas hechas a nuestros antiguos padres: que nos suscitaría un Salvador de la casa de David, su siervo. Por medio de la entrega de Jesús por nosotros, el Señor ha realizado la obra más maravillosa de su amor en favor nuestro. Al resucitar Jesús de entre los muertos el Señor se ha levantado victorioso sobre el pecado y la muerte a la vista de todas las naciones. Por eso aclamemos con júbilo al Señor. Que nuestra aclamación reconociéndolo como Señor nuestro, no sólo la hagamos con los labios sino con una vida íntegra, conforme a nuestra fidelidad amorosa a su Palabra y guiados por su Espíritu Santo, que habita en nosotros.

*Evangelio: Nos encontramos ante una parábola de difícil interpretación. Los comentarios evangélicos que la acompañan, aunque provienen ya de los estratos anteriores a Lucas, no todos tienen una relación directa con la parábola. Lo que más sorprende y extraña es el elogio que el Señor hace de la actuación del administrador, quien parece que falsifica los recibos de los deudores de su amo. Es en este punto precisa- mente donde hay que corregir la perspectiva: la parábola no es ni una crítica a la mala utilización de los bienes materiales, ni la aprobación de una estafa. Según algunos comentaristas, se trata más bien de ver en la parábola un elogio de la astucia del administrador (que no necesariamente tiene que ser ya fraudulenta).

En el mundo antiguo, el administrador era a veces un esclavo nacido en la misma casa de su dueño y que había sido educado para este menester. Actuaba en nombre del dueño para realizar toda clase de transacciones comerciales y económicas. El administrador de la parábola se ve en peligro y busca nuevos protectores. ¿Cómo lo hace? Quedando bien ante los deudores de su amo. Pero no rebajando las cantidades que adeudan a su amo sino rebajando la comisión que a él le correspondería percibir; una comisión que, junto con el débito, figuraba en el documento mercantil. Por eso hace recibos nuevos en los que no conste su parte. Esta es la solución que ven algunos comentaristas a la luz de los documentos comerciales del mundo antiguo. De esta forma, el elogio recae sobre la capacidad de renuncia del administrador en vistas a un beneficio futuro: un nuevo puesto de trabajo. Con esta lectura aparece más clara la aplicación a los hijos de la luz: ante las exigencias del Reino hay que actuar también con astucia, sabiendo renunciar a las cosas materiales a fin de conseguir unos bienes muchísimo mayores.

ORACIÓN  FINAL:

Dios todopoderoso, que nos has dado como Madre y como Reina a la Madre de tu Unigénito, concédenos que, protegidos por su intercesión alcancemos la gloria de tus hijos en el reino de los cielos. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

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