Una lectura demasiado rápida, como a veces hacemos, del evangelio de hoy nos deja un poco alucinados: Dios como un amo que trata sin contemplaciones a sus esclavos, sin darle tiempo ni a recuperarse del trabajo del día y sin una palabra de agradecimiento.
Sin embargo, como en todo lo demás de la vida, y en la Palabra de Dios con más razón, hemos de profundizar. Yo creo que Jesús se sirve de una realidad de su época, no para dar una imagen suya o de Dios Padre como de amos exigentes y agotadores, ni mucho menos para dar por buena la esclavitud, sino más bien para resaltar que el discípulo de Cristo lo debe ser las 24 horas del día.
Creo que es algo totalmente esencial a un buen discipulado.
Pensemos en el testimonio frecuente de tantas madres, trabajando en casa o fuera de casa, muchas veces implicadas en alguna tarea parroquial o de voluntariado, y además atendiendo con cariño a sus familias (hijos, esposo, nietos...), a menudo sin ninguna palabra de ánimo o agradecimiento, e incluso a veces recibiendo alguna que otra “coz”.
Tampoco ellas reclaman un reconocimiento, aunque habría que hacérselo. Lo viven con toda naturalidad, es «lo que tenemos que hacer».
Jesús, como el Papa Francisco, nos llama a ser discípulos suyos, a ser cristianos, las 24 horas del día, en todos los ámbitos en que nos movemos.
Pero no nos resulta fácil. No es igual de sencillo o coherente vivir nuestra fe en todos los ambientes.
Podemos repasar despacio en la oración esos “lugares” donde se nos «olvida» o nos cuesta más vivir nuestra fe.
Para unos será el mundo laboral, la universidad, la familia, las relaciones personales. Para otros el tiempo libre, el dinero, los vecinos, los compañeros de clase o de diversión, el deporte,...
Veremos en qué ambientes nos hemos de emplear más a fondo, y en cuáles no basta para darse por satisfechos con el «ya cumplo» tan habitual en muchas personas. Hemos de pedir al Señor en la oración luz para discernir y fuerza para actuar.
Tanto la primera lectura de hoy como el salmo nos dan la pauta para orar de una forma adecuada estas situaciones difíciles de nuestra vida:
El libro de la Sabiduría nos muestra con gran belleza como Dios nos ha creado para la inmortalidad, nos ha hecho a su imagen, nuestra vida está en sus manos, la muerte será para lo que creemos en Él un tránsito hacia la paz y hacia un reino eterno en el que estaremos a su lado, comprendiendo la verdad de todas las cosas. Está claro que nos tiene que llenar de confianza ser sus discípulos, porque no nos dejará de su mano. Somos su Hijos. Siempre, las 24 horas del día, todos los días de nuestra vida, toda la eternidad.
Por eso podemos terminar la oración con el salmo de hoy:
“Bendigo al Señor en todo momento, su alabanza está siempre en mi boca”.
“Cuando uno grita, el Señor lo escucha y lo libra de sus angustias”.
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