Mi primer momento para hacer estos minutos de oración personal con el Señor
es ponerme en su presencia y hacer el ofrecimiento de todas las obras de este
día. Siguiendo a san Ignacio de Loyola, nos pide que al momento de iniciar
nuestra oración lo hagamos así: “Es pedir gracia
a Dios nuestro Señor, para que todas mis intenciones, acciones y operaciones
sean puramente ordenadas en servicio y alabanza de su divina majestad”. Es
la mejor manera de comenzar el día. Ya he puesto mis ojos en la meta, en el
Señor, y pondré los medios para no perderle de vista. Todo lo que me suceda en
este día tiene su sentido… aunque me despiste y me salga del camino,
ya desde por la mañana, me acompaña, me lleva de la mano.
Y ahora a leer muy despacio el Evangelio de este día que ya me
suena de otras veces.
Lo importante es que le deje penetrar en mí. Lo tengo que leer tratando de
descubrir qué es lo que me quiere decir hoy para mí. ¿Cuál es su
mensaje para mí?
El texto es de san Lucas, 15,1-10. El capítulo dedicado a manifestar la
misericordia de Dios.
Dice así: “En aquel tiempo, solían acercarse a Jesús todos los
publicanos y pecadores a escucharle. Y los fariseos y los escribas
murmuraban entre ellos. -“Ése acoge a los pecadores y come con ellos”-
Constatamos lo siguiente en este breve párrafo:
- “Solían acercarse a Jesús…” ¿y yo suelo acercarme a Jesús todos los días al inicio o al finalizar el día? Este es el primer paso que me toca dar. Acercarme. Este esfuerzo es el que me corresponde a mí.
- Y ¿quiénes se acercaban? “Todos los publicanos y pecadores se acercaba a escucharle”. Ahora es Jesús el que actúa, se pone a hablar y yo a escuchar. Y así me acoge con su mirada. Me ha descubierto entre la multitud. Se ha fijado en mí. Y hoy me quiere decir algo importante.
- Hay otros personajes que ni se acercan, ni escuchan, ni le acogen:
- “Y los fariseos y escribas murmuraban entre ellos: - “Ése acoge a los pecadores y come con ellos”.Tienen miedo a encontrase directamente con la mirada de Jesús. Son cobardes, no dan la cara y murmuran entre ellos porque se acerca a los pecadores, a los enfermos, a los pobres, necesitados, a los endemoniados… Ellos son puros y cumplen con la ley. No necesitan de nada más y les molesta que estas personas necesitadas y abandonadas sean acogidas por el Señor.
Por tanto aquí tenemos unas palabras que nos ayudan a
profundizar en este rato de oración, de trato íntimo con Jesús:
- solían acercarse, le seguían
- le escuchaban
- y ellos se sentían acogidos.
Así se entiende mejor la parábola que cuenta el Señor de la oveja perdida.
Y nos dice: “Si uno de vosotros tiene cien ovejas y se
le pierde una. ¿no deja las noventa y nueve en el campo
y va tras la descarriada, hasta que la encuentra? Y cuando la encuentra, se la
carga sobre los hombros, muy contento; y, al llegar a casa, reúne
a los amigos y a los vecinos para decirles: “¡felicitadme!, he
encontrado la oveja que se me había perdido?
¿En qué lugar me encuentro yo, cerca de Jesús o huyendo de Él?
Hoy puedo pedir a Jesús, que me acerque cada día más Él, que le escuche
cada día, para no perderme, y si me pierdo que pueda escuchar su voz para
volver. Sé que siempre me acoge, me espera, y con más ternura, cuanto más
necesitado me encuentre.
Hoy puedo pedir a la Virgen María que retorne al aprisco si
me he perdido y, que me de alguna oportunidad u ocasión para
animar a otros a escucharle y a dejarse acoger por el Señor.