Lc 18, 1-8
Al iniciar la oración, como nos indica san Ignacio, debo caer en la cuenta de que Dios me está esperando, ponerme en su presencia, escuchar lo que Él quiere decirme y contarle lo que yo tengo en mi corazón.
Jesús explica a sus discípulos cómo tienen que orar sin desanimarse proponiéndoles la parábola del juez al que van a pedirle justicia. Tema este de la oración, en el que nos jugamos que nuestra fe, nuestro seguimiento de Cristo no sea rutinario, de adorno. ¿Cuántos años llevamos en estos caminos de la oración? Y si tuviésemos que evaluarnos, ¿qué nota nos daríamos del 0 al 10? No lo hagáis porque seguro que seríais injustos. Lo que verdaderamente te aclarará en qué grado estás en este camino será que en silencio y sin que nada que te distraiga le preguntes al Señor: “¿Tú, cómo me ves?”
Bertold Brecht en su obra Madre Coraje narra la historia del asedio de una población por las tropas imperiales. Los campesinos se limitan a orar pidiendo ayuda a un Dios que calla. La heroína, una mujer muda, Katrín, atraviesa las ruinas y alerta a los centinelas. La conclusión del marxista Brecht es que la oración es una inutilidad, no hay que pedir ayuda a Dios, sino que hay que luchar con coraje en el más acá.
Hoy muchos cristianos es posible que tengan o tengamos la misma opinión que Brecht o actuamos como si la tuviésemos, para el caso es igual. El evangelio de san Lucas nos presenta hoy a Jesús enseñando a sus discípulos cómo tienen que orar.
Este mismo evangelista, Lucas, en sus escritos nos presenta a un Jesús orando toda la noche en el desierto. En la noche de Getsemaní. A la anciana Ana orando día y noche en el Templo. En el libro de los Hechos a los primeros cristianos pidiendo por Pedro encadenado en la cárcel. Puede decirse que en Lucas existe un equilibrio entre la acción y la oración; entre Marta y María; entre Josué y Moisés; entre los campesinos y la muda Katrín.
Jesús explica a sus discípulos de ayer y de hoy cómo tienen que orar siempre sin desanimarse, teniendo en cuenta Jesús las dificultades que tendrán todos los cristianos que gritarán a Dios día y noche con la impresión de que Dios les está dando largas.
Al final de la oración no debemos olvidarnos de darle gracias a Dios Padre por las gracias recibidas, por su luz y por su fuerza, y a la vez pedir perdón por tantas veces como he cerrado el oído para no escuchar sus palabras de salvación.