Hoy es san José obrero. Un día para examinar nuestra espiritualidad del
trabajo. El hombre a la vez que hace cosas se hace a sí mismo; así nos ha hecho
Dios. El evangelio eleva el trabajo a la más alta dignidad, hace de él camino
del cielo. Trabajando según la voluntad de Dios caminamos hacia el cielo y
arrastramos a nuestros hermanos y la creación entera hacia Dios. Y es que el
mismo Dios hecho hombre trabajó la mayor parte de su vida temporal y en su
trabajo no soñaba la redención del mundo sino que la estaba realizando. Nos
trasladamos, pues, a Nazaret, donde san José tuvo su taller, realizó su trabajo
y enseñó su oficio al Verbo eterno de Dios “por quien fueron hechas todas las
cosas”; allí aprendemos la humilde lección del trabajo humano.
En Nazaret encontramos también a María con su vida ordinaria que enamoraba
a santa Teresa del Niño Jesús: su trabajo, su atención a José y Jesús, su vida
de fe. En este mes de mayo acojámonos a su cuidado maternal (ahí tienes a tu
hijo-ahí tienes a tu madre) y sepamos vivir la verdadera devoción a la Virgen
María, la que enseñó san Luis María Griñon de Montfort, desarrollo de la vida
bautismal.
El evangelio nos invita a permanecer en Jesús, a que sus palabras
permanezcan en nosotros y demos el fruto que Dios quiere. La obra que Dios
quiere de nosotros es como de María que creamos en Jesús, que realicemos la
peregrinación de la fe con ella.
San José esposo de la Virgen, trabajador incansable, ruega por nosotros.