Nuestra oración se dirige en este sábado de mayo hacia la Virgen a la que invocamos con la advocación de María Auxiliadora. En las letanías del Rosario le decimos: Auxilio de los cristianos: ¡ruega por nosotros!; así hoy nuestra oración va a ser pedir su protección maternal y poderosa para la Iglesia, para todos los cristianos y para cada uno de nosotros. La fiesta de este día la instituye el papa Pío VII como gratitud hacia María al ser liberado de 5 años de prisión en Francia por Napoleón y entrar en Roma el 24 de mayo de 1814. También se la había invocado con este título en la batalla de Lepanto ante la amenaza turca sobre la cristiandad. San Juan Bosco recurre a Ella y la hace su más fiel protectora y amparo de toda su obra en favor de los jóvenes. Así lo sintió diciéndole a un joven del oratorio en 1862: “La Virgen quiere que la honremos con el título de Auxiliadora, los tiempos que corren son difíciles y tenemos la necesidad de que la Virgen nos ayude a conservar y a defender la Fe cristiana”.
El evangelio de este día, en consonancia con la fiesta de María Auxiliadora, nos habla de la persecución que el mundo hace a los discípulos de Cristo: “Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán”. Para san Agustín, el mundo tiene dos formas de atacar a los cristianos: intenta seducirlos con sus halagos y, si no lo logra, pretende doblegarlos con la persecución. De ambos peligros le pedimos a la Virgen, auxilio de los cristianos, que nos libere:
- Que no nos dejemos seducir por las pasiones, mentiras, criterios de este mundo, que odia la cruz de Cristo: “no sois del mundo, sino que yo os he escogido sacándoos del mundo, por eso el mundo os odia”. El Papa Francisco nos previene de la mundanidad espiritual que es “buscar, en lugar de la gloria del Señor, la gloria humana y el bienestar personal”. En cambio nos propone el Papa “nuestra historia de Iglesia, que es gloriosa porque es historia de sacrificios, de esperanza, de lucha cotidiana, de vida deshilachada en el servicio, de constancia en el trabajo que cansa” (Evangelii gaudium 93-96). Le pedimos a María, auxilio de los cristianos: Que no nos dejemos robar el evangelio, volviéndonos sal sin mordiente ni sabor, en lugar de sazonar el mundo con la cruz de Cristo.
- Que las persecuciones, rechazos, burlas que podamos sufrir a causa de nuestra condición de creyentes no nos acobarden sino que nos llenen de alegría por parecernos a Cristo, que pasó primero por ello. San Juan de Ávila escribía: “Dios quiere abrir vuestros ojos para considerar cuantas mercedes nos hace en los que el mundo piensa que son disfavores, y cuán honrados somos en ser deshonrados por buscar la honra de Dios, y cuán alta honra nos está guardada por el abatimiento presente, y cuán blandos, amorosos y dulces brazos nos tiene Dios abiertos para recibir a los heridos en la guerra por él, que, sin duda, exceden sin comparación en placer a toda hiel que los trabajos aquí puedan dar”. Haremos bien en este día en pedir por los cristianos perseguidos en el mundo, en rogar a María Auxiliadora que defienda a los encarcelados, secuestrados, discriminados por ser de Cristo. Que su testimonio nos ayude a ser más valientes en nuestro apostolado.
Concluimos nuestra oración dando gracias a Dios por habernos dado a su Madre como auxilio y protección, con las palabras del prefacio de la Misa de hoy:
En verdad es justo darte gracias,
es bueno bendecir tu nombre,
Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Te alabamos, te bendecimos y te glorificamos
en la veneración de la Virgen María, Auxiliadora de los cristianos.
Porque ella, humilde esclava y modelo de toda virtud,
respondió plenamente a tu designio de amor
cooperando, por la obediencia de la fe y el ardor de la caridad,
a la obra de Cristo, nuestro salvador.
Y, unida a él en la gloria,
continúa su misión para con la Iglesia:
con cuidado materno ayuda y asiste a sus hijos en las luchas y en los peligros, mientras caminan hacia la Jerusalén del cielo.