Domingo de la sexta semana de Pascua (Ciclo A) – Puntos de oración

Composición de lugar:
Para la oración de este domingo, Sexto de Pascua, nos puede ayudar vernos sentados junto a los Apóstoles en el Cenáculo de Jerusalén. Jesús, está muy cerca, dos puestos más a la derecha, después de Pedro y Juan. La actitud mejor es la de escuchar con atención, queriendo imprimir para siempre en nuestro corazón este momento; y admirándonos de lo que dice Jesús, de las reacciones de los discípulos. Sin prisas, sin querer pasar adelante…, y después “reflectir para sacar algún provecho” (San Ignacio de Loyola, E.E.).
Si me amáis, guardaréis mis mandamientos” (Jn 14,15)
Son palabras del Testamento de Jesús, de su Oración Sacerdotal. Por lo tanto se trata de palabras de hondo sentido que deben ser acogidas en el corazón y puestas en práctica con mucho esmero. En tiempos de Jesús estas palabras producían escándalo o la burla que se hace a un loco. “Pues la predicación de la cruz es una locura para los que se pierden; más para los que se salvan-para nosotros-es fuerza de Dios” (1Cor 1,18).
Hoy día el amor es una de las palabras más vacías de contenido, pienso que fácilmente nos podemos dejar convencer de “esos catequistas” que escriben en revistas, periódicos y que salen en la tele y  que dicen que el amor consiste en tener muchas cosas, las últimas, disfrutar de ellas; comprar, viajar y estar a la moda. Jesús nos dice: “si me amáis, guardaréis mis mandamientos”.
Amemos como Jesús que sin hacer alarde de su condición divina, antes al contrario, tomando la condición de siervo, en obediencia al Padre se entregó hasta la muerte y una muerte de cruz. Este amor debe ser nuestro santo y seña, nuestro distintivo, por el que seamos reconocidos como cristianos.
En nuestra composición de lugar nos fijábamos también en los Apóstoles que rodean a Jesús. Meditemos sobre estas palabras del Papa Francisco en una de sus recientes homilías: No se puede, es absurdo “amar a Cristo, sin la Iglesia, sentir a Cristo pero no a la Iglesia, seguir a Cristo al margen de la Iglesia”. Y parafraseando a Pablo VI dijo: “Cristo y la Iglesia están unidos”, y “cada vez que Cristo llama a una persona, la trae a la Iglesia”.

María es nuestro modelo de oración. Nadie como ella supo amar a Jesús y a su Iglesia. Estamos ya en los últimos días del mes de mayo. Podemos terminar la oración de hoy con esta consagración a María, según San Luis María Grignion de Montfort: “¡Oh Corazón Inmaculado de María, Madre admirable! Presentadme a vuestro Hijo en calidad de eterno esclavo, a fin de que, pues me rescató por Vos, me reciba de vuestras manos. ¡Oh Madre de misericordia!, concededme la gracia de alcanzar la verdadera sabiduría de Dios, y de colocarme, por tanto, entre los que Vos amáis, enseñáis, guiais, alimentáis y protegéis como a vuestros hijos y esclavos. ¡Oh Virgen fiel! Hacedme en todo tan perfecto discípulo, imitador y esclavo de la Sabiduría encarnada, Jesucristo, vuestro Hijo, que por vuestra intercesión llegue, a imitación vuestra, a la plenitud de la perfección sobre la tierra y de gloria en los cielos. Amén.

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