7 mayo 2014. Miércoles de la tercera de Pascua – Puntos de oración

La violencia y la persecución  a los primeros cristianos comienza a dar su fruto.

En este rato de oración, saboreando la alegría de la Pascua, podemos reflexionar sobre estas tres personas que aparecen en la lectura de los Hechos de los Apóstoles:

ESTEBAN acaba de morir apedreado por dar testimonio de Cristo resucitado. Es el primer mártir en la historia de la Iglesia nacida del corazón de Cristo en la Cruz, el Viernes Santo. Como consecuencia nos dice el texto:

“Aquel día, se desató una violenta persecución contra la Iglesia en Jerusalén; todos, menos los apóstoles se dispersaron por Judea y Samaría. Unos hombres piadosos enterraron a Esteban he hicieron gran duelo por él”.

Nos podemos preguntar: ¿Por qué, ante esta violenta persecución, todos, menos los apóstoles, se dispersaron…?

Seguramente, los apóstoles estaban fortalecidos  por la constatación de la resurrección de Cristo. ¿Qué efectos está realizando en mí la resurrección del Señor? Si le siento presente a mi lado, cualquier dificultad será superada, no por mis fuerzas sino por el poder de la presencia de Jesús en mí.

Otro personaje aparece, SAULO. Dice el texto: “se ensañaba con la iglesia; penetraba en las casas y arrastraba a la cárcel a hombre y mujeres…”

Esto mismo, hoy y ahora está sucediendo en bastantes países en la tierra. Nuestros hermanos perseguidos esperan nuestra oración diaria para salir fortalecidos de las pruebas. Dediquemos unos minutos a pedir por la Iglesia perseguida.

Pero esta situación de violencia y persecución, al tener que ir de una ciudad a otra, huyendo, “los prófugos iban difundiendo el Evangelio”. Se comienza a cumplir; la “sangre de mártires es semilla de nuevos cristianos”.

Y por último, FELIPE, bajó hacia Samaría predicando allí a Cristo. Y a Cristo resucitado. Su predicación era acogida con alegría “por los signos  que hacía, y los estaban viendo: de muchos poseídos salían espíritus inmundos lanzando gritos, y muchos paralíticos y lisiados se curaban”.

Consecuencia. LA CIUDAD SE LLENÓ DE ALEGRÍA, del gozo de la Pascua.

Terminamos mirando a MARÍA en este mes de mayo. Como es nuestra Madre le vamos a pedir lo que nos propone el Evangelio de hoy, que nos aumente la fe, que sacie nuestra hambre y sed: Jesús se autodefine como: “Yo  soy el pan  de vida. El que viene a mí  no pasará hambre, y el que cree en mí nunca pasará sed”. Que sólo tengamos hambre y sed de Cristo que vive en cada una de las personas con las que convivimos cada día y que necesitan de nuestra luz, de nuestra agua que nos ha sido regalada con el Bautismo, para saciar su sed.

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