Nos puede ayudar para comenzar nuestra oración traer a la imaginación las plantas que en primavera se llenan de brotes. ¡Qué llenas de vida están! Galilea es tierra de viñedos y Jesús pudo contemplar muchas veces cómo los viñedos verdeaban a comienzo de primavera, cómo nacían los sarmientos y cómo estos se llenaban de racimos de uvas. Y pudo contemplar también a los viñadores, podando o vendimiando. En el Evangelio de hoy Jesús nos habla de la vida divina en nosotros valiéndose de esta alegoría.
Entrando en la oración
- « Señor, que todas mis intenciones, acciones y operaciones sean puramente orientadas a tu mayor gloria, servicio y alabanza»
- «Madrecita mía en la fe, en este mes de mayo, ponme con tu Hijo»
“Yo soy la vid, vosotros los sarmientos”
- Igual que el sarmiento se nutre de la sabia que le viene de la vid, toda mi vida me viene de Cristo. “Para mí la vida es Cristo”, nos dirá san Pablo.
- Díselo tú hoy a Jesús en la oración: «Mi vida eres Tú, Señor».
(Si lo conoces y te ayuda, puedes valerte del tema musical “Para mí la vida es Cristo”, saboreándolo despacio en presencia del Señor)
“Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí”
- El verdadero fruto de nuestros trabajos (apostólicos, en nuestra vida espiritual, etc.) depende fundamentalmente de nuestra unión con Cristo.
- La oración tiene un papel fundamental en nuestra unión con Cristo y, en consecuencia, en nuestra fecundidad. San Juan de la Cruz nos lo recuerda:
“Adviertan, pues, los que son muy activos que mucho más provecho harían a la Iglesia y mucho más agradarían a Dios si gastasen siquiera la mitad de ese tiempo en estarse con Dios en oración. Cierto, entonces harían más y con menos trabajo con una obra que con mil; porque de otra manera todo es martillar y hacer poco más que nada, y a veces nada, y aun a veces daño” (Cántico).
“El que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante (…) Con esto recibe gloria mi Padre”
- Dios se complace con nuestra colaboración y quiere que demos fruto, aunque no siempre lo veamos. Él pone la parte fundamental, pero no es indiferente a nuestro amor y a nuestro esfuerzo.
- Le doy gracias a Dios por hacerme colaborador suyo, y le pido la gracia y la fuerza para corresponder a sus cuidados.
“A todo sarmiento mío que no da fruto lo arranca, y al que da fruto lo poda”
- Puedo revisar humildemente delante de Dios si estoy dando los frutos qué el espera de mí.
- Hay esterilidades aparentes que en realidad son podas, “para que dé más fruto”. La poda, que es el sufrimiento aceptado y ofrecido, prepara nuevos sarmientos.
“Sin mí no podéis hacer nada”
- Abandonarme, por tanto, como un niño en los brazos de Dios, consciente de mi debilidad y confiado, con audacia, en la bondad amorosa del Padre (cfr. Santa Teresita)
- Mirar a la Virgen, que se reconoce como “la esclava del Señor” y sabe su pequeñez, y que proclama la grandeza del Poderoso “que ha hecho obras grandes por mí”
A terminar la oración, hago un breve examen mirando las gracias que Dios me comunica y si yo he correspondido poniendo lo que está de mi parte.