1. Oración preparatoria: hacemos la señal de la cruz y
nos ponemos en la presencia de Dios. Invocamos la ayuda del Espíritu Santo y
rezamos mentalmente la oración preparatoria de Ejercicios: “Señor, que todas
mis intenciones, acciones y operaciones sean puramente ordenadas en servicio y
alabanza de tu divina majestad.” (EE 46)
2. Petición: Hoy es San Felipe Neri, un apóstol de
la juventud en la Roma del siglo XVI. Hacemos nuestra la oración colecta de la
misa y le pedimos al Espíritu Santo, cuya fiesta empezamos a preparar, la
santidad como lo hizo con el santo que celebramos hoy: “Señor Dios, que
no dejas de enaltecer a tus siervos con la gloria de la santidad, concédenos
que el Espíritu Santo nos encienda con aquel mismo fuego con que abrasó el
corazón de San Felipe Neri. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.”
3. Puntos para orar: hoy podemos meditar el evangelio que
nos propone la liturgia. Estamos en las últimas semanas de la Pascua. La
liturgia nos muestra a Jesús que va al Padre para ser glorificado pero no nos
deja huérfanos. Se queda en la Eucaristía y nos envía al Espíritu Santo, el
espíritu de la verdad, que procede del Padre. Y hoy en el evangelio nos dice lo
que podemos esperar en este mundo para que no nos hagamos ilusiones. Ya nos lo
ha avisado en otras partes del evangelio: nos perseguirán, nos proscribirán de
la vida social, nos llegarán a matar pensando que hacen una cosa buena, y todo
porque no han conocido a Jesús ni a su Padre. Más claro no se puede decir. Es
lo que pasa en tantas partes del mundo donde hoy se mata a los cristianos sólo
por serlo y porque resultan incómodos. Y es lo que nos puede pasar a nosotros
en nuestros ambientes, cuando el manifestarnos creyentes en Jesús nos atrae la
incomprensión, la sospecha, el desprecio o la persecución abierta o larvada de
los que nos rodean. Y a nosotros Jesús nos pide que confiemos en él y que demos
testimonio. Él envía su Espíritu Santo para que no nos tambaleemos en estas
persecuciones en este oleaje hostil del mundo. Y si no experimentamos ahora
esta persecución, que sepamos que, cuando llegue, Jesús nos había avisado. Si a
él le han llamado Belcebú y le han clavado en la cruz para que no muriera el
pueblo entero, qué podemos esperar sus discípulos. El discípulo no es más que
su maestro. Pero Jesús nos dice en la antífona de la comunión de este día: “sabed
que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo.”
4. Unos minutos antes del final de la oración: Diálogo con Jesús, por ejemplo con la oración “Alma de Cristo” (ver
abajo). Avemaría a la Virgen.
5. Examen de la oración: ver cómo me ha ido en el rato de
oración. Recordar si he recibido alguna idea o sentimiento que debo conservar y
volver sobre él. Ver dónde he sentido más el consuelo del Señor o dónde me ha
costado más. Hacer examen de las negligencias al preparar o al hacer la
oración, pedir perdón y proponerme algo concreto para enmendarlo.
6. Durante el día: Todos los días, pero especialmente en
este mes de Mayo, podemos dedicar un rato a rezar el Rosario a la Virgen. Es
una oración que desde fuera puede parecer aburrida, pero que cuando se reza
habitualmente se va descubriendo su belleza y valor. Por la calle, en una
iglesia tranquila, cuando estamos en casa, antes de acostarnos, a cualquier
hora, cuando mejor nos venga, no dejar de rezar esta oración maravillosa tan
recomendada por la Iglesia en todos los tiempos. El próximo sábado 31 es la
fiesta de la Visitación de la Virgen. Irla preparando con el rezo del Rosario
para empezar con entusiasmo la Campaña veraniega de la Visitación.
Alma de Cristo (Oración
de San Ignacio de Loyola)
Alma de Cristo, santifícame.
Cuerpo de Cristo, sálvame.
Sangre de Cristo, embriágame.
Agua del costado de Cristo, lávame.
Pasión de Cristo, confórtame.
¡Oh, buen Jesús!, óyeme.
Dentro de tus llagas, escóndeme.
No permitas que me aparte de Ti.
Del maligno enemigo, defiéndeme.
En la hora de mi muerte, llámame.
Y mándame ir a Ti.
Para que con tus santos te alabe.
Por los siglos de los siglos. Amén.