Estos días de Pascua es un buen momento para leer (o releer) la Exhortación Apostólica “Evangelii Gaudium”. Leer la Palabra de Dios a la luz de esta exhortación del Papa Francisco sobre la alegría del evangelio, nos abre nuevas perspectivas para meditar sobre qué es lo que me dice a mí hoy la Palabra de Dios.
En la primera lectura de este día sobre los Hechos de los Apóstoles, se nos dice que:
“Había en Listra un hombre lisiado y cojo de nacimiento, que nunca había podido andar. Escuchaba las palabras de Pablo, y Pablo, viendo que tenía una fe capaz de curarlo, le gritó, mirándolo:
- «Levántate, ponte derecho.»
El hombre dio un salto y echó a andar.”
Me llama la atención la expresión “viendo que tenía una fe capaz de curarlo”. Porque, Pablo y Bernabé acababan de llegar a Listra huyendo de Iconio y, por tanto, aquel lisiado nunca antes había podido oírles hablar del Evangelio. Y sin embargo, nos dice la escritura que Pablo vio que tenía fe y una fe capaz de curarlo. Entiendo que esa fe no era todavía una fe cristiana sino una fe en algo grande, una fe nacida no de la escucha sino de la búsqueda; de la necesidad que tiene el corazón humano de que haya algo que dé respuesta a su búsqueda de la felicidad. Una fe en las palabras de Pablo como respuesta a su sed de felicidad. ¡Ese hombre necesitaba creer!
Y esa es la fe que Pablo captó desde la distancia mirando sus ojos, por eso le gritó. No hizo más que pinchar allí donde vio que podía haber agua, y el manantial de la vida divina saltó de aquel corazón sediento y con él todo su cuerpo “saltó y echó a andar”. Esta es la alegría del evangelio, que llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús, leemos en la encíclica.
Claro que esto implica por nuestra parte una actitud de salida, de estar volcado hacia los demás. No de estar mirándome el ombligo sino pendiente de los que me rodean, mirándoles a los ojos. El Papa hablando a los predicadores dice que se trata de: “poner un oído en el pueblo para descubrir los que los fieles necesitan escuchar”. Descubrir “lo que el Señor desea decir en una determinada circunstancia”. Y esto es algo a lo que todos estamos llamados, solo consiste en “mirar a los ojos y escuchar”.