En nuestro horizonte tenemos por lo menos dos temas importantes: la Pascua
y en definitiva la resurrección de Jesús y aquello de: “Purísima e
inmaculada Virgen María, presentes ante tu trono, tus hijos…” el mes
de Mayo para la Virgen.
Para un gran grupo de lectores, también está presente pedir por las
deliberaciones de la Junta.
Añadiremos un poco más de material para la oración. Vamos por la segunda
lectura, tomada de la carta de San Pedro
El que me va a juzgar es mi Padre, ¡menos mal! Lo terrible sería si mi juez
fuese otro, inclusive mi madre terrena me trataría peor. El peor de todos,
sería el diablo, que después de empujarme hacia el mal me empujaría hacia el
castigo superlativo. Buscaría todos los resquicios de pecado para condenarme,
rebuscaría incluso entre los pecados perdonados para poder tener argumentos
aunque fuesen injustos y cualquier otra posibilidad. Y él mismo sería el
acusador (Apoc 12, 10). Es lo que hace de continuo, cuando tienes una tentación
te va diciendo que no importa, que es bueno y placentero hacerlo y cuando caes
en ella, te remuerde la conciencia ampliando la culpa seguramente para llevarte
hacia la desesperación.
Habéis sido rescatados de ese proceder inútil, recibido de vuestros padres.
¿Cuál es el proceder inútil? Buscar el dinero y el placer poniéndolo por encima
de todas las cosas, como si fuese Dios. Pero no lo es y por lo tanto no me
puede hacer feliz, ni me va a agradecer las cosas que haga por ellos.
Hemos sido rescatados de ese proceder por la sangre de Cristo, superior al
oro y a la plata. San Juan de Ávila pone un ejemplo bien gráfico: El Padre está
juzgándome y me pone en el platillo de una balanza. Los pecados, pesan y hacen
descender el platillo. En el otro están mis obras buenas. Pero si no son suficientes,
el mismo Jesús se pone en él y dice a su Padre. Mira, si sus obras buenas no
consiguen equilibrar la balanza y aun bajarla aquí me pongo yo, a ver si odias
más sus maldades que amas más a tu Hijo-Dios.