Ofrecemos nuestras vidas al Corazón de
Cristo, por medio del Corazón Inmaculado de Santa María, nuestra Reina y Madre,
todos nuestros trabajos, alegrías y sufrimientos. Y lo hacemos uniéndonos por
todas las intenciones por las que se inmola continuamente sobre los altares.
Las lecturas del día de hoy nos invitan
realmente a la conversión, principalmente la del evangelio. En esta lectura del
evangelio también podemos descubrir cómo es el corazón de Jesús pues las
palabras del texto son reflexiones y observaciones que el Señor nos ofrece
sobre una posible parábola pero que seguramente ocurriría o El habría observado
en la vida real, como la de aquella mujer que echó en el cesto todo aquello que
tenía para vivir y esto, le impresionó al Señor.
La parábola arranca al ver Jesús que
había algunos que se sentían justos, seguros de sí mismos y despreciaban a los
demás. Porque realmente nadie es justo (sólo Dios es justo); nunca nos
deberíamos sentir seguros de nosotros mismos (ya nos dijo el Señor que, si
vosotros, siendo malos…); nunca deberíamos pensar mal de nadie pues bastante tenemos
con nuestros pecados. Podría ser un buen ejercicio de cuaresma el siempre
considerarnos servidores de los demás, nunca ponernos por encima de nadie, no
buscar recompensa en nuestro servicio a los demás sino hacerlo por amor, por
ser el último, el servidor. Y si algo podemos hacer es a pesar de nuestros
pecados, por gracia de Dios. Como nos dice Abelardo, “busca el último lugar. Es
este un duro trabajo pero es el mejor atajo para a la cumbre bajar”. Qué
difícil es esto y sobretodo el no sentirse justificado cuando creemos que hemos
hecho algo bien pues, si lo hicimos, fue a pesar nuestro y, si algo hicimos
bien, cuántas otras cosas no las hicimos tan bien y quizá ni siquiera somos
conscientes.
Qué bueno es acercarse a la Virgen María
pues en ella sí que sabemos con toda seguridad que no hay doblez, que ella
nunca se atribuyó ningún mérito (así lo sentía ella sin forzar nada). Ella
nunca juzgó ni menospreció a nadie (la verdad que tuvo motivos), nunca se
sintió superior a nadie. Todo esto con una naturalidad única. Realmente María
es la obra cumbre de Dios.